El cambio, te cambia.

Los cambios ocurren. Son necesarios. Nos resistimos a ellos. Al mismo tiempo, nos aburre la vida cuando es monótona.

La vida siempre cambia. Nos guste o no, la vida siempre está llena de cambios y nuestras perspectivas varían siempre. No somos los mismos de hace diez días, no somos los mismos de hace diez meses, no somos los mismos de hace diez años. No somos los mismos.

Cambian nuestros rostros. Nuestras manos. Cambia nuestro cabello, algunos incluso lo perdemos. Cambian nuestros gustos, nuestras modas. Cambia nuestra manera de hablar, de percibir, de sentir. Algunos dejan de sentir y de sorprenderse. A algunos ya nada les sorprende, nada les ilusiona y nada les emociona.

brasas-1038x576En la hoguera de nuestros corazones las llamas inicialmente flamean incesantemente hasta que de pronto el oxígeno disminuye un poco y esa fuerte candela disminuye hasta ser unas brazas que suelen calentar. En algunos casos las brazas se apagan. Muere el calor y llega el frío. En ocasiones debajo de las cenizas sigue ardiendo algún carbón, alguna madera esperando por un viento que la avive un poco más.

El paroxismo del abatimiento surge con el miedo al cambio. Se convierte en un estado terrible que nos inunda los sentidos. Nos llena, nos colma, nos detiene el corazón como si el mundo fuera una inmensa ciénaga infestada de terrores.

Combatir el cambio es como una lucha contra la propia sombra. Incesante, sin sentido. Una lucha donde se cansa la propia humanidad combatiendo contra la nada infinita, eterna, porque la vida siempre es dinámica. La lucha contra la sombra deviene en cansancio, en postración. Frente a la sombra, reflejando la propia derrota, le sucede el hastío. La falta de sentido.

Un ser humano sin sentido de su propia existencia, sin responsabilizarse de su propio miedo al cambio huye de la felicidad. La felicidad requiere conciencia de sí mismo, conciencia del propio tiempo que cambia de acuerdo a las estaciones de la existencia. La felicidad con conciencia del cambio, dentro del espacio intrapersonal y con relación a lo que me rodea, genera una mejor sensación de la propia vida, una valoración más positiva y con mayor sentido.

Cuando cambio y acepto mis propios cambios, soy capaz de comprender que el mundo fuera de mí puede o no cambiar. No es mi responsabilidad que lo de afuera cambie. Quizá mis propios cambios puedan afectar mi entorno. Mas nunca es mi responsabilidad que quienes me rodean cambien. Nadie puede ni debe cambiar por mí. No debo cambiar ni puedo cambiar por los demás.

raindropLa vida, en su incesante goteo de lluvia eterna, se mantiene cambiando. La esencia inherente de todo lo vivo es el cambio. Lo contrario puede resultar en una muerte psíquica. En un cuerpo mutilado emocionalmente que se mantiene errante en los laberintos de la realidad, golpeando de forma ininterrumpida su dignidad.

Asume tus cambios. La vida hoy es feliz, mañana puede ser infeliz. Hoy puedes sentirte valiente, mañana cobarde. Hoy sentirte con rabia, mañana pacífico. Ten en cuenta que aún cuando hoy resuelvas algún asunto pendiente, luego por alguna razón desconocida, volverás a tener congoja, pesadumbre, infortunio. Luego volverá la dicha y la alegría. El regocijo. Es que la vida es así.

Frente a la vida, la fórmula es ser conscientes de nosotros mismos, de cómo nos sentimos, lo que sentimos y validarlo. Frente a la vida, vivirla en el presente. Desde el aquí y el ahora. El pasado y el futuro son ficciones. Frente a la vida, a nuestra propia vida, hacernos responsables de nuestras decisiones. Vivir culpando a la vida de las consecuencias resultantes de nuestras decisiones es estéril. Vivir asumiendo nuestras responsabilidades, aciertos y desaciertos, nos hace más dueños de nuestra existencia. La fe activa es necesaria para la felicidad.

Asume los cambios. No existen fórmulas mágicas. Existe el amor y el odio. Existen las luces y las sombras. Las luces y las sombras existen en tu alma. En el alma de los santos, en el alma de los pecadores.

Es fácil decir todo lo anterior. Es cierto, vivir puede ser más duro. No escogiste dónde nacer ni tu nacimiento. Puedes escoger qué hacer con ello. Decirlo es fácil. Hacerlo…En algún momento necesitas comenzar o no. Es tu decisión.

Autor: Daniel Rojas Salzano.

Nada es para siempre

Nada es para siempre, para bien o para mal, nada lo es. De acuerdo con las circunstancias o el contexto, la finitud de las personas, cosas o situaciones, pueden o no ser deseadas. Quisiéramos que la alegría fuera infinita y que el dolor fuera tan breve y leve como un suspiro. Y por esas contradicciones de la vida, la alegría parece muy breve y el dolor muy largo, el reposo efímero y la pena extendida. Transitar cualquier camino o senda en nuestra vida termina resultando siempre un acto con un inicio y un final específicos, no por ello conocidos.

En ocasiones en nuestras vidas nos toca transitar por diversos caminos sin por ello ser conscientes de nuestros pasos, sin saber siquiera que estamos caminando por un lugar determinado y no es sino cuando estamos bien internados en el terreno que apenas comenzamos a darnos cuenta cuál es el lugar donde nos encontramos.

El dolor en la vida es inevitable. No existe manera alguna en nuestras existencias que no atravesemos el dolor, la tristeza, la melancolía, el desgarro infinito y abrasador de la pérdida. Pero nada es para siempre. No lo es la alegría más colorida ni la tristeza más negra y oscura. En cualquier caso, no existe manera en que no atravesemos el camino de la tristeza. En algún momento nuestras vidas deben atravesar esa parte. Algunas tristezas son pequeñas, otras tristezas devienen mucho más grandes. Algunas veces pequeñas tristezas van de la mano también con una cierta alegría. Quien se muda de casa para dejar lo conocido se entristece y también se alegra por las nuevas experiencias que tendrá. Quien pasa por el dolor de ver cómo va menguando la vida de un familiar, quien observa penosamente y sin remedio cómo se va extinguiendo la llama viva del corazón de un ser querido, transita junto con ese familiar el camino del dolor y sin embargo, puede sentir un alivio auténtico y generoso por la partida de ese ser querido, la finalización y el cese de todo el sufrimiento.

Conocer el dolor, observarlo cara a cara no es fácil. Duelen muchas cosas en la vida. Duelen muchas más cosas de las que estamos dispuestos a admitir. Duelen las partidas. Duelen los finales. Decir adiós. Duele perder la salud, duele el dedo meñique que golpeamos contra la esquina de la cama cuando estamos descalzos y pensar que andar descalzos es algo placentero.

La vida que inicia duele para el niño y para la madre, aun así es una gran felicidad. Duele el parto. Para el niño que sale de la comodidad del vientre y para la madre que siente su útero abrirse, duele sentir  cómo se expande la vida, duele como nunca nada en el mundo ha dolido hasta ese momento.

El dolor está presente muchas veces para recordarnos lo vivo que estamos. El dolor se siente. Se palpa. En todo el cuerpo. Algunas veces es un fuerte dolor de cabeza, algunas veces en nuestras panzas, otras, un desgarramiento vacío en el pecho que nos arranca la voz y nos priva. El dolor te recuerda que estás vivo. El dolor, cuando todo duele tanto que quieres morir, te dice: ¡Estás vivo coño, estás vivo! ¡Solo dejarás de sentirme cuando mueras! Y eso, estamos vivos, por Dios, tenemos vida y podemos ponernos de pie, aunque duela. Aun sintiendo dolor nos ha tocado vivir. Vivir también requiere buscar algo más que el dolor, implica buscar la rabia, el miedo, la alegría, en fin, buscar la vida.

Pero nada es para siempre.

Lo único incesante en la vida es el cambio. Y si estás leyendo esto es porque estás vivo y sabes leer. Y si te conmueve es porque estás vivo.

Una vida carente de dolor no existe. Unas duelen más. Unas duelen menos. Y cada quien lleva su dolor. Cada quien conoce su dolor, aunque se haga el loco.

Nada es para siempre, ni siquiera esta vida. Aprovéchala y agradécela.

Autor: Daniel Rojas Salzano

Propósitos de año nuevo / New Year’s Resolutions

¿Propósitos de año nuevo? ¿Qué hacemos con los propósitos de cada año nuevo? Cada año que inicia conlleva consigo una lista infinita de intenciones y tan numerosas como personas existen, sin embargo, estos son para iniciarlos aquí y ahora.

Tampoco es que necesitamos formularnos propósitos para vivir, lo que necesitamos es vivir, no necesitamos llenarnos una mochila con intenciones que luego no cumpliremos. Necesitamos saber que podemos existir tal como somos, sin tantos argumentos y/o conceptos acerca de nosotros mismos. Necesitamos observarnos y apreciarnos con lo que ya tenemos, nuestras luces y sombras.

Más allá de los propósitos de año nuevo, creo que para vivir más o menos decentemente se requieren tres cosas básicas: 1) Estar centrado en mi presente, 2) Responsabilizarme de mi y 3) Tener autoconciencia. Con base en estos tres principios básicos creo que se puede tener una vida bastante buena.

Estar centrado en el presente, implica vivir en el aquí y el ahora. El tiempo es un continuo indetenible. No hay manera de recuperar el pasado puesto que este ya se ha ido. El pasado ha quedado atrás. Podemos aprender del pasado, sentir tristeza o nostalgia por el pasado, podemos quedarnos a vivir en el pasado, sintiendo pena por aquello que hemos perdido, por aquello que ya ha pasado, por lo sucedido, pero eso ya ha ocurrido. Podemos sanar las heridas del pasado que aquí y ahora, siguen abiertas. Podemos inquietarnos por el futuro, sin embargo, es incierto y no podemos de ninguna manera tener una previsión absoluta sobre lo que podría ocurrir en nuestras vidas. ¿Qué les puedo decir acerca de mí? Quisiera yo mismo inquietarme menos por el futuro, pero no lo puedo controlar, para lo cual, me funciona centrarme en el aquí y el ahora. Tampoco quiere decir esto que no pueda planificar lo que voy a hacer u observar. Sólo quiero significar que desde la «centración» en el presente puedo observar estos tiempos, pasado y/o futuro, sin embargo, siempre desde el aquí y el ahora. Lo que sí implica el estar centrado, es evitar fantasear con el futuro o bien, quedarme enganchado en el tiempo que pasó, tanto si fue bueno como si fue malo, evadiendo lo que estoy viviendo aquí y ahora.

Lo siguiente es responsabilizarme por mí mismo. Puedo cuidar de otros, puedo ayudar a otras personas, pero siempre teniendo como punto de partida mi propio ser. Si yo me encuentro mal (lo que sea que para ti signifique mal) es muy difícil que pueda generar bienestar a mi alrededor y el costo de generarlo sería muy alto para mi existencia. Así mismo, la responsabilidad por mí mismo tiene que ver con mis propias elecciones. Pasarme la vida entera señalando a otros por lo que ocurre en mi vida es una pérdida de tiempo terrible puesto que no existe peor intento que tratar de cambiar mi vida pensando en lo que otros hagan o dejen de hacer. Las personas son como son, buenas y malas, acertadas y desacertadas, amorosas y odiosas, generosas y mezquinas; no puedo cambiar el hecho de que los demás sean como son, únicamente puedo generar cambios en mí. Te doy un ejemplo. Si estás enojado porque una persona abusa de ti, lo único que puedes hacer es defenderte, pero no puedes defenderte teniendo como expectativa que esa persona deje de hacer lo que hace, porque quizá no cambie nunca, lo único que puedes hacer es poner límites, defenderte, asumir otra actitud frente a esa persona, cuidarte a ti mismo, dejar de ser una víctima.

Por último, tener conciencia de ti requiere estar centrado en el aquí y el ahora, responsabilizarte por tu propia existencia y tus decisiones y en consecuencia, estar en contacto con tu humanidad, con tus pensamientos, tus sentimientos, sensaciones, con tu cuerpo, con tu intuición, tus sentimientos. Existen unas emociones básicas, rabia, miedo, tristeza, desagrado y alegría. Tener conciencia de ti requiere que puedas de alguna manera saber lo que sientes frente a cada situación. Identificar y regular tus emociones. Asumir tus emociones y tus pensamientos como tuyos, tus decisiones como tuyas, tus errores y tus aciertos como tuyos. Sin culpar a los demás, a las situaciones, a Dios, al destino, la suerte, el universo, etc.

Al inicio hablábamos de propósitos. Pues bien, haz todos los propósitos que apetezca, sin embargo, ten en cuenta esos elementos que te mencioné, estar centrado en el aquí y el ahora, responsabilizarte por ti mismo y ten conciencia de tu propio ser, conciencia de ti mismo. No pongas tu vida en las manos de otras personas ni te tragues el cuento de que otros están a cargo de tu vida.

Se consciente de ti, asume tu vida y mantente presente en el aquí y el ahora. Ten fe, en lo que decidas tener fe. Agradece. Vive.

Autor: Daniel Rojas Salzano


 

New Year’s resolutions? What do we do with the purposes of each new year? Each year that it starts carries with it an infinite list of intentions and as numerous as there are people, however, these are to start them here and now.

Neither is it that we need to formulate purposes to live, what we need is to live, we do not need to fill a backpack with intentions that we will not fulfill later. We need to know that we can exist as we are, without so many arguments and / or concepts about ourselves. We need to observe and appreciate ourselves with what we already have, our lights and shadows.

Beyond the New Year’s resolutions, I believe that to live more or less decently, three basic things are required: 1) Be focused on my present, 2) Take responsibility for myself and 3) Have self-awareness. Based on these three basic principles anyone can have a pretty good life.

Being centered in the present implies living here and now. Time is an unstoppable continuum. There is no way to recover the past since this one is already gone. The past has been left behind. We can learn from the past, feel sadness or nostalgia for the past, we can stay to live in the past, feeling sorry for what we have lost, for what has already happened, for what happened, but that has already happened. We can heal the wounds of the past still open here and now. We may worry about the future, however, it is uncertain and we can not in any way have an absolute foresight about what could happen in our lives. What can I tell you about me? I would like to worry myself less about the future, but I can not control it, for which it works for me to focus on the here and now. Nor does this mean that I can not plan what I am going to do. I just want to mean that from the «focus» in the present I can observe these times, past and / or future, however, always from the here and now. What it does mean to be centered, is to avoid fantasizing about the future or to stay stuck in the past, whether it was good or bad, avoiding what I am living here and now.

The next thing is to take responsibility for myself. I can take care of others, I can help other people, but always having my own being as a starting point. If I feel bad (whatever bad means to you) it is very difficult for me to generate well-being around me and the cost of generating it would be very high for my existence. Likewise, responsibility for myself has to do with my own choices. Spending my whole life pointing to others for what happens in my life is a terrible waste of time since there is no worse attempt than trying to change my life thinking about what others do or do not do. People are the way they are, good and bad, right and wrong, loving and hateful, generous and petty; I can not change the fact that others are the way they are, I can only generate changes in me. I give you an example. If you are angry because a person abuses you, the only thing you can do is defend yourself, but you can not defend yourself with the expectation that person will stop doing what does, because it may never change, the only thing you can do is set limits, defend yourself, assume another attitude towards that person, take care of yourself, stop being a victim.

Finally, being aware of yourself requires being centered in the here and now, taking responsibility for your own existence and your decisions and, consequently, being in touch with your humanity, with your thoughts, your feelings, your sensations, with your body, with your intuition, your feelings. There are some basic emotions, anger, fear, sadness, displeasure and joy. Being aware of you requires that you can somehow know what you feel in front of each situation. Identify and regulate your emotions. Assume your emotions and your thoughts as your own, your decisions as yours, your mistakes and your successes as yours. Without blaming others, situations, God, fate, luck, the universe, etc.

At the beginning we talked about purposes. Well, do all the purposes you want, however, keep in mind those elements that I mentioned, be focused on the here and now, take responsibility for yourself and be aware of your own being, awareness of yourself. Do not put your life in the hands of other people or swallow the story that others are in charge of your life.

Be aware of yourself, assume your life and stay present in the here and now. Have faith, in what you decide to have faith. Be grateful. Live on.

Author: Daniel Rojas Salzano

El espejismo de la certidumbre

Más allá hay agua. El camino es arduo y yermo. El sol y el calor son muy fuertes. Más allá hay agua. El agua resultó ser un espejismo.

La imagen del espejismo de la certidumbre saltó a mí en una noche de un lunes camino a mi casa después de una hermosa clase de procesos gestálticos cuando pasaba por la oscura avenida que bordea un cementerio. En ese momento reconocí mi absoluto miedo frente a la ilusión de la certidumbre o la categórica seguridad de la transmutación.

Las conversaciones con un amigo me habían hecho cambiar por completo de parecer frente a cierto tema de mi vida y verme desnudo ante mi propia realidad me hacía sentir lleno de miedo. Por primera vez en mi vida sentí que el miedo me revitalizaba y no me paralizaba. Sentí que el miedo me impulsaba. En mis entrañas algo me decía que ese miedo era la respuesta que buscaba y que aquella pieza que sumaba a mi vida me daba testimonio de la falacia de la certidumbre.

Como paradoja absoluta reconozco que hacemos cosas para evitar situaciones y al final nos dirigimos a esas situaciones que evitamos. Evitamos situaciones que inevitablemente nos llevarán por caminos que nos conduzcan a vivir aquello que evitamos y que por alejarnos de la inseguridad nos aproximamos al hastío de lo permanente y que en lo permanente, en lugar de encontrar la vida, la perdemos.

Andar sobre seguro es una de las falacias más grandes que tenemos los seres humanos. Es cierto que podemos intentar predecir las cosas que nos pasen en la vida pero no podemos saber exactamente qué pasará en nuestra vida. La certidumbre es un espejismo terrible y peligroso para la propia existencia. La certidumbre es una ilusión segura sobre una situación totalmente fantasiosa. Me atrevería a decir que la certidumbre podría ser clasificada como una suerte de psicosis o pérdida de contacto con la realidad. No se me ocurre, en este momento, nada más ilusorio que la certidumbre.

Sí que podemos tener creencias sobre cómo serán las cosas, hacer previsiones y hasta predicciones, sin embargo, a todos nos han sucedido cosas pequeñas y cosas grandes que nos retan, experiencias que nos confrontan ante la falacia de la certidumbre. Situaciones que ponen a prueba nuestras creencias sobre lo que puede ser seguro en nuestra vida. Tanto para mal como para bien. La certidumbre de que nos vaya mal o de que nos vaya bien siempre puede ser una situación que nos desajusta de lo que previamente hemos construido en nuestras cabezas.

En lugar de dejar que las cosas vayan sucediendo, intentamos que las cosas ocurran de una manera. Nuestras acciones indefectiblemente nos conducen hacia diversos caminos. Es por ello por lo que estudiamos, nos enamoramos, construimos, etc., sin embargo, todo esto nos enfoca en el espejismo de la certidumbre, no existe nada definitivo. El devenir es completamente impredecible e incierto porque no está escrito en ninguna parte y así como la historia está escrita por quienes ganaron o vencieron, el futuro está «escrito» por mercaderes de la ilusión.

Lo que encuentro más complicado es responsabilizarnos de nuestras propias vidas aún a sabiendas de la impermanencia, de la sutileza de la existencia, responsabilizarnos de nuestra propia existencia y de nuestra propia libertad frente a la efímera y breve vida que creemos poseer. Debate aún en cuestión si la vida la poseemos o nos es dada. En cualquier caso, la responsabilidad frente a ella no es menor puesto que si nos es dada, debemos cuidarla porque no es nuestra y si la poseemos, debemos también protegerla porque es el regalo más grande que podemos tener para nosotros.

Paradoja para finalizar: «Por intentar aferrarnos demasiado a la vida quedándonos en  lo seguro nos dirigimos hacia el hastío que nos lleva directo a dejar de sentir la vida mientras que habitando en la transitoriedad nos dirigimos hacia lo desconocido que nos lleva directamente a sumergirnos en el corazón mismo de la vida». La vida es para sentirla.

Autor: Daniel Rojas Salzano

 

 

La semilla de mostaza

Es harto conocida por todos la parábola de la semilla de mostaza que al final se resumía en esa frase: «si tuvierais fe como un granito de mostaza, le dirías a una montaña muévete y ella se movería». Palabras más, palabras menos. En cualquier caso, esta parábola ha estado rondando mi cabeza durante muchos días. He pensado continuamente sobre la frase como consecuencia de la evaluación de mi propia fe y aunque creo que  tiene que ver con la fe, creo que está profundamente vinculada con el destino propio, con lo que se puede llegar a ser y con la naturaleza de cada uno.

Creo que cuando Jesús pronunció esa frase, no se refería a que si tuvieras fe del tamañito de un grano de mostaza. La verdad, creo que debe ser fácil tener la fe de ese tamaño. Al fin de cuentas, qué es un simple grano de mostaza. Es tan pequeño que una fe de ese tamaño la debe tener cualquier ser viviente de esta tierra, al menos para existir y confiar ciegamente en su existencia per se y creer que sus instintos más básicos le proporcionarán las condiciones mínimas para sobrevivir.

En realidad para mí la frase de «tener fe como un granito de mostaza» se refiere más a tener fe de la forma en la cual la tiene el grano de mostaza y no en función de su propio tamaño. Me explico. Partiendo del supuesto de que un grano de mostaza tiene fe, tenerla como ese grano de mostaza implicaría que ese grano de mostaza, en su estado previo a ser la hermosa flor de la mostaza, no duda ni un segundo en que a pesar de su condición de grano, dentro de la tierra sin ver la luz, sujeto a múltiples condiciones más fuertes o grandes a sí mismo, llegará a ser la flor maravillosa y radiante que en potencia puede llegar a ser.

En ese sentido expuesto anteriormente, creo que tener fe como un grano de mostaza es simplemente confiar en aquello que somos y podemos llegar a ser. Confiar en nuestras propias capacidades a pesar de las dudas sobre nosotros mismos. Cuestión aparte, solemos ser muy duros hacia nosotros mismos. Al tener fe en nuestras propias capacidades, podemos tener la fe suficiente para mover la gran montaña que surge como imagen de nuestras limitaciones, es decir, la  representación de nuestras propias creencias de incapacidad anquilosadas y cristalizadas en los más profundo de nuestro ser y que al final del día, pueden ser tan grandes como una montaña.

Es cierto que es muy fácil decir que tengamos confianza ciega en lo que somos y podríamos llegar a ser. Aunque esto en realidad no es tan fácil como parece, todo en nosotros obedece a un proceso como el del grano de mostaza que antes de convertirse en una flor, debe ser enterrado en la tierra, sin ver la luz del día pero para llegar a ser lo que en potencia puede llegar a ser. Es necesario confiar en que puede, de alguna manera, tanto arraigarse a la tierra como salir a la luz, besar el aire que le espera en la superficie, desarrollar un largo tallo y por último, ser una hermosa flor. En caso de no poder crecer, perecerá ese grano de mostaza dentro de la tierra, sin tocar el aire, sin conocer la luz del sol y quizá nunca nadie sepa que allí hubo, en potencia, una hermosa flor de mostaza

Si efectivamente creemos ciegamente en que aún cuando en este momento seamos un pequeño grano de mostaza, podemos llegar a ser una hermosa flor de mostaza (porque en el tiempo de Jesús creo que no había la salsa de mostaza) podremos mover cualquier montaña que esté ante nosotros y dentro de nosotros. Podremos mover de nuestro paso las montañas de dudas y desconfianza en nosotros mismos. Mover las montañas que se erigen ante nosotros, esas montañas que no son más que cristalizaciones que contribuyen a que nuestro pensamiento habite continuamente en el pasado o el futuro; no actualizado, en el aquí y el ahora, confiando en lo que en potencia podría llegar a ser y hacer.

Autor: Daniel Rojas Salzano

Prisioneros del odio

Cuando escribí esta nota que pongo a continuación, lo hice a partir de una conversación que tuve con un buen amigo acerca de la situación de nuestro país, Venezuela. Seguía Hugo Chávez en el poder. Mi amigo y yo, desencantados con lo que estaba sucediendo en aquel momento, comenzamos a cuestionar el ¿Para Qué? de todo eso que estamos transitando los venezolanos. A continuación les dejo lo que se planteó en esa conversación y cómo puede seguir siendo tan actual en estos momentos.

En el inicio de nuestra conversación nos preguntamos si estos millones de venezolanos que apoyan al gobierno actual están tan equivocados como nosotros feacientemente creemos. Nos preguntamos si todo esto tiene un propósito que nosotros aún no somos capaces de entender. Desarrollamos interrogantes que van desde lo sociológico hasta lo psicológico, desde lo cultural hasta lo teológico.

Luego de hacernos toda una serie de planteamientos e incluso quejarnos de todo (como dos típicos venezolanos) nos preguntamos si este presidente realmente es la causa de TODO lo que sucede en el país. Nos preguntamos si no es que además de él, somos nosotros parte de la causa y no de la solución de los problemas. Nos preguntamos por ejemplo, si la viveza criolla por arte de magia desaparecerá, una vez ido Chavez del gobierno. Nos preguntamos, haciendo un ejercicio de imaginación, si al día siguiente (de una Venezuela sin Chávez) como por un milagro de la providencia, tendremos un país sin corrupción, sin gente que bote basura a la calle, nos preguntamos si habrá un país de personas pacíficas, educadas, dispuestas a no abusar de los demás en beneficio propio.

Lamentablemente llegamos a una respuesta en común. Creemos que posiblemente, una gran cantidad de los problemas que tenemos en este país trascienden y trascendían a este gobierno. Este gobierno les ha dado continuidad a los problemas que teníamos. Este gobierno ha sido un catalizador de los grandes conflictos que habían en Venezuela. Pero detrás de todo esto, existe una Venezuela dividida por el odio que al final, termina siendo dos caras de una misma moneda.

Creo que mientras tengamos este tipo de mentalidad, no podremos trascender la situación que estamos viviendo ahora, independientemente de la persona que se encuentre en el poder. Mientras no seamos capaces de tomar en nuestras manos el cambio de nuestro país y nos pasemos el día diciendo por un lado que necesitamos un líder que se le enfrente a Chávez y los chavistas pensando que no es posible un país sin Chávez, nos mantendremos estancados en el mismo lugar.

Nos pasaremos toda nuestra existencia como los judíos esperando un supuesto mesías que nunca llegará porque el verdadero líder de cada uno de nosotros se encuentra dentro de nosotros mismos y no hemos sido lo suficientemente responsables para asumir las riendas del cambio, porque es más fácil pedirle a este país de riquezas infinitas que nos de todo lo que necesitamos y lo que no necesitamos (pero deseamos), a asumir la posición de preguntarnos qué es lo que Yo en este momento puedo hacer por mi país. Qué puedo yo entregarle a mi país.

Mientras tengamos el dinero que tenemos, mientras que nos tengan distraídos en el circo dentro del cual vivimos, estaremos constantemente atrapados dentro de una interminable espiral de desencuentros, malos entendidos, generación de nuevos problemas y continuación de aquellos que previamente ya teníamos.

Creo, en mi particular opinión que no somos más que prisioneros del odio, estancados en un mismo sitio, sin capacidad de ver hacia otro lado, desde otra perspectiva el problema dentro del cual nos encontramos. Quizá sería prudente sentarnos a meditar primero, a pensar un poco antes de actuar, sólo por hacer algo fuera de lo común. Sentarnos un poco a meditar cómo podemos hacer las cosas diferentes, cómo pueden ser las cosas diferentes. Yo creo que es posible generar acciones dramáticamente distintas de las que actualmente realizamos.

Somos la otra cara de una misma moneda. Nos quejamos del odio de los chavistas y su ignorancia. Los chavistas se quejan del odio y la ignorancia de la oposición. Nos quejamos porque los chavistas no son capaces de ver las cosas negativas que hace el gobierno. Los chavistas se quejan de que no somos capaces de ver las cosas buenas que hace el presidente.

Nos quejamos porque Chavez se cree un Dios. Los chavistas ven en su líder a un Dios. Pero al final todos lo endiosamos. Nos quejamos porque en la oposición no tenemos un líder que aglutine a la oposición. Los chavistas se burlan de nosotros porque no tenemos un líder que sea capaz de enfrentar a Chávez. Al final, la conclusión es que Chávez está mitificado como una figura Heroica y para unos y para otros estamos en la búsqueda de esa figura arquetipal. En conclusión, los chavistas no son capaces de asumir la responsabilidad de un país y tampoco la oposición.

Contentos o no, todos terminamos dividiendo el país, criticando lo que sucede al ritmo de lo que Chávez en su discurso interminable va marcando. El odio nos mantiene aprisionados. Realmente no somos capaces de amar a nuestro enemigo. Lanzamos la primera piedra que nos encontramos, afanados y sedientos de cobrarnos todo, ojo por ojo.

Al final, estaremos en un país de ciegos, rogando a Dios porque nos conceda un tuerto que nos guíe hasta la tierra prometida, encontrándonos en el ocaso de nuestros días, con una peregrinación de 40 años, con los corazones secos y llenos de arena, con nuestra fe hecha pedazos y quizá, rezándole a un buey de oro.

Los cambios que vienen

«El cambio es lo esencial y lo estático es lo inexistente»

Pierre Teilhard de Chardin

El mundo está cambiando vertiginosamente. El mundo se ha vuelto intensamente cambiante. ¿Estamos preparados para los cambios que vienen? ¿De qué seremos testigos en el futuro? y no hablo de un futuro remoto, lejano, sino un futuro próximo, a la vuelta de la esquina. Cabe preguntarse ¿Tiene nuestra mente la capacidad de vislumbrar algunos cambios que están asomando a nuestras puertas?

El mudo está vivo. Todo en él cambia vertiginosamente. Es posible que no seamos capaces de percibir los cambios que van asomando ante la ventana de nuestras existencias. El fin de algunas cosas, el surgimiento de otras nuevas. La transformación de todo aquello que conocemos. Lo que tenemos ahora está cambiando y lo hará, sin demoras, a su tiempo, sin necesidad de esperar a nada ni a nadie. ¿Seguiremos proponiendo los mismos modelos para enfrentar los retos nuevos? Es posible, que en muchos casos, intentemos enfrentar los nuevos retos de la misma manera como lo estamos haciendo ahora mismo.

Problemas, situaciones nuevas y desconocidas, enfrentándolas con modelos de pensamiento y acción que son los mismos de siempre. Quienes tienen la capacidad de adelantarse, de apercibir nuevas situaciones y en consecuencia actuar son las personas que van definiendo y moldeando la nueva realidad que tenemos ante nosotros.

A la mayoría de las personas los cambios nos toman de improviso. Nos sorprenden. No somos capaces muchas veces de denunciar el momento preciso en que los cambios ocurren en nosotros mismos. Nuestra percepción de la realidad es limitada. Está sesgada por nuestra cultura y por aquello que ya conocemos. La posibilidad de proyectarnos en el futuro está sustentada en nuestra capacidad para observar nuestro pasado y nuestro presente.

Los cambios que vienen. ¿Cómo serán los cambios que vienen? Para entender un poco mejor los cambios que se avecinan debemos observar a las generaciones que están tomando el testigo que nosotros podremos dejar en algún momento. En muchos casos los más jóvenes parecen traer píldoras de aquellos cambios que se aproximan.

Resulta necesario prepararnos para los cambios. La mejor forma que encuentro para estar preparados es estar atentos, tener una mente abierta y amplia, ser conscientes de que el momento presente es lo único real y tener conciencia de que lo auténtico es el cambio, lo constante es el cambio y que nada es estático.

Intentar superarnos cada día. Poner el corazón en cuanto hacemos. Es imposible, inútil e infructuoso resistirnos. Exige de nosotros lo mejor de nuestra propia naturaleza, de nuestros dones. Nuestros talentos se ven exigidos ante las dinámicas imparables del cambio. No es posible montarnos en las ondas del tiempo con una mirada puesta únicamente en el pasado o en el futuro con unas lentes llenas de visión conformista. Para ello constituye una necesidad amar lo que hacemos y hacer lo que amamos.

A nivel local la realidad se va haciendo cada vez más exigente. Cada vez tenemos menos tiempo y los días transcurren con una velocidad pasmosa.  Estar preparados para el cambio es prácticamente paradójico, porque al fin y al cabo ¿Cómo podemos estar preparados para lo desconocido? Resulta necesario desarrollar tolerancia ante la incertidumbre.

¿Ante qué cosas podemos nosotros prepararnos si el futuro es incierto? No puedo decirle a usted exactamente para qué debemos estar preparados, pero lo único que puedo decirle que será seguro es que el mundo y la realidad que usted conoce en este momento, no será la misma en un tiempo determinado. El mundo, el país, la ciudad  que conocemos en este momento, no serán iguales.

Algunas soluciones ante el panorama desconocido es tener una mente amplia y abierta. Observar el aquí y el ahora. Desarrollar una capacidad de plasticidad adaptativa mucho mayor.  Amar lo que hacemos y hacer lo que amamos. Tolerancia ante la incertidumbre. Ser creativos. Empeñarnos porque las cosas sean mejores. Luchar por el bien, particular y común. Tener fe.

Al final, nuestro tiempo en esta tierra es finito y no somos sino una partícula de polvo cósmico en la vastedad del universo. Empero, los cambios vendrán y esa minúscula partícula que somos usted y yo, es necesaria para hacer del lugar que habitamos, un lugar mejor.

Autor: Daniel Rojas Salzano

Salir de la zona de confort

Salir de la zona de confort es una de las cosas más angustiosas que existen, sin embargo, para crecer, es el mejor reto que se puede tener. Salir de esa zona de confort (diferente para cada quien), es una de las acciones más fuertes para cualquier individuo. Vencer la inercia de la costumbre, de lo que ya se conoce, de lo habitual, resulta una tarea dura y titánica.

La zona de confort es ese lugar donde estamos acostumbrados a operar, a movernos, es la zona donde nos podemos sentir como pez en el agua, pero es la zona donde no se va a crecer. Es un lugar donde sentimos el agrado de lo habitual y el desencanto de la ausencia de retos.

Cuando la zona de confort se comienza a comportar como una burbuja que nos ahoga, el propio organismo comienza un proceso a través del cual busca romper las barreras de esa burbuja. También las barreras de la burbuja comienzan a resquebrajarse en ocasiones por demandas del ambiente, sin embargo, en este caso hablemos cuando es por iniciativa particular. Si estamos flotando en los delirios de la comodidad y las ilusiones del bienestar, romper la burbuja puede comportar inicialmente un golpe duro. El golpe del despertar.

Romper la propia membrana de la zona de confort es un arduo trabajo (el cual incluso puede llevar años) el cual requiere vencer nuestra propia ansiedad y las voces que se agolpan en nuestra cabeza diciéndonos «no vas a poder». Requiere gestionar para nuestro propio provecho, esa emoción que llamamos miedo. Y mientras más fantasmas tenemos en nuestras cabezas y mayores los miedos en nuestro corazón, más duro romper la membrana de la conformidad.

Por otra parte, debemos recordar que nunca estamos solos, que somos parte de un sistema, con lo cual, intentar romper las barreras de la zona de confort para ir más allá requiere saber y luchar en contra de fuerzas que se oponen frente a este cambio en uno de los elementos del sistema, ya que al modificarse una de sus partes, cambia el equilibrio del sistema y en consecuencia, cambia de alguna forma, la dinámica de interacción del sistema entero. Por lo tanto, otras partes del cosmos personal, intentarán que nos mantengamos en la órbita en la cual acostumbramos transitar.

Entre tanto, intentar romper la membrana de la zona de confort ya es una buena noticia, aunque no es suficiente. No solo con querer se logran los objetivos. Es necesario hacer. Estos intentos implican unos primeros esfuerzos por ir más allá de los límites temporales y auto-impuestos. Fronteras ficticias de nuestros propios mapas de limitación. Es necesario ser más poderosos que la fuerza de la propia inercia de estar realizando siempre lo mismo. Para ello debemos insistir, sin desistir.

Existen también aquellos que no intentarán romper nunca, bajo ningún aspecto, las barreras de la zona de confort. Prefieren la muerte prematura (referencia figurativa porque se puede vivir biológicamente) antes que atreverse a confrontarse consigo mismos y tener que admitir las propias limitaciones, que por demás, cualquier ser humano posee.

Intentar romper las fronteras de la zona de confort es y será siempre una de las cosas más duras que existirán para cualquiera, sin embargo, sólo es posible para el que quiera romperlas. Ningún individuo podrá nunca hacer por nosotros lo que simplemente no decidamos para nosotros por nuestros propios medios y nuestros recursos personales.

Autor: Daniel Rojas Salzano

Recetas para un país mejor

Yo pregunto, ¿Será que en un futuro, no muy lejano, tendremos que mirar a nuestros hijos, nuestros nietos y decirles: «vives así, en esta situación miserable, porque no tuvimos el coraje de luchar por un futuro mejor»? ¿Será que desde tierras lejanas, padres y abuelos verán a sus hijos y nietos a los ojos y les dirán que la tierra prometida, la de las verdades perdidas, la de lejanas falacias es un recuerdo porque no nos atrevimos a hacer algo por un futuro mejor? ¿Será que asumimos de una vez esa responsabilidad y bajamos los brazos? ¿Valdrá la pena seguir luchando? Venezuela no es el mejor país del mundo. Venezuela dista de ser el mejor país del mundo, sin embargo, es nuestro país y creo, que vale la pena luchar y trabajar por un mejor país.

La verdad, si usted me pregunta, yo no sé qué hacer exactamente. No tengo ni idea. Tampoco me he reunido con gente a preguntarnos razonadamente, buscando soluciones, qué podemos hacer con este pedazo de tierra que alguna vez el insigne Cabrujas mencionó como un gran campamento en donde todos llegan y se van, se coge lo que se necesite pero se deja o se repone poco. No pasa de ser un campamento porque todos queremos algo de esta tierra de forma rápida y no nos hemos tomado el tiempo para construir, para sembrar y cosechar y eso, no se hace de un día para otro. No tengo ni idea y tampoco soy un experto en proyectos de “mejor país”. Más allá de las notas estridentes de la cacofonía cotidiana, hay un puñado numeroso de personas con planes racionales, plausibles y sustentables en el tiempo sobre los cuales deberíamos comenzar a volcar nuestros ojos para darles mayor volumen a su voz y que les escuchemos. Ellos tienen proyectos para el país.

En esta tierra vivimos muchos, de esta tierra han partido muchos. Aquí se está instalando el lema: «Sálvese quien pueda, sálvese como pueda». Algunos han escogido el exilio. Otros hemos escogido el insilio. Nos hemos encerrado. Volviéndonos bestias feroces, desconfiadas, unas veces con razón, otras por alucinación. El que se va y el que se queda continuamente busca de alguna manera racionalizar, encontrar algún motivo para desacreditar a quien se va o a quien se queda según sea el caso. El propósito de esto no es más que enmascarar tanto dolor con el que va penando día a día en un vía crucis muy privado y personal. El país se desprecia, se añora, se lamenta, se odia, se duele, se hace «indiferente», se habla del país (desde adentro y desde afuera) con soberbia, orgullo, indiferencia, desaire, desdén, menosprecio. Adentro, muy adentro, habita un profundo dolor. Porque no se trata de vivir afuera, se trata del dolor y del miedo. Del miedo de que te llamen, un día, quién sabe con cuantas horas de diferencia para decirte que alguien muy querido ya no está o hicieron que ya no esté. Se trata del dolor de ver reducido un país a colas, escasez, hambre, inseguridad. El dolor mortal de ver reducido este país a escombros y todos sabemos que puede ser mejor, puede ser un buen lugar.

Nuestro tricolor ahora parece tener un significado diferente. El amarillo, antaño las riquezas de nuestra tierra, representan ahora las riquezas expoliadas, en manos de unos pocos. Esas riquezas, ese oro que se ha esfumado hacia tierras lejanas, hacia bóvedas privadas, la riqueza malbaratada para promover las mentiras y las amenazas. El azul, representando los miles de kilómetros de mar y cielo que se ciernen entre nosotros, los que nos hemos quedado y los que se han marchado buscando una vida mejor. El azul de ese mar y océano que está entre el viejo y el nuevo continente, el azul que desde nuestras costas nos dice en el silencio de una ola “la distancia nos duele, nos corroe, nos carcome”. El rojo, ese rojo casi negro, coagulado e indigesto que devora la vida a su paso y anega la tierra de terror, miedo y llanto. Sangre de víctimas, héroes, niños inocentes, mujeres, ángeles y demonios asesinados por miles en un gran campo de concentración en el que se está convirtiendo esta nación.

No importa donde estés, si adentro o afuera. Yo no conozco de recetas mágicas ni tengo soluciones probadas. Menos en este momento donde tengo tanto dolor, tanta rabia, tanto odio por todo lo que en este país pasa (por todo lo que en este país deja de pasar). Está pasando y por lo visto, pasará. Y me refiero a que «pasa» como equivalente a suceso y no como sinónimo de hechos que ocurren con un principio y un final. Y tenemos que hacer algo. Al menos, comenzar por organizarnos, quitarnos la visión mesiánica de la vida, tirar al basurero la creencia de “sucederá algo extraordinario que cambiará nuestro país”. Y tenemos que hacer algo. Quitarnos de encima la creencia «todo está perdido, no hay nada que hacer».

Para tener un mejor país y contribuir con él, no importa la geografía que nos acoja, debemos entender que destruir es mucho más fácil que construir. Construir lleva años. Para construir es necesario trabajar mucho y muy duro. Se requiere organización para construir, para hacer que las cosas mejoren en el tiempo y  que además permanezcan. Requiere que haya mucha gente haciendo lo que tiene que hacer, lo que sabe hacer, lo que le gusta hacer en función de un propósito superior, de una visión de país, de un lugar que quizá nuestra generación no vea, pero que las futuras generaciones cuando piensen en nosotros lo hagan con orgullo como otrora lo hemos hecho nosotros acerca de nuestros connacionales de la historia. Sin héroes porque creo que la época del heroísmo ya ha pasado. Por cada supuesto héroe existe un montón de gente que ha tenido que comprometerse, vincularse, implicarse y llenarse los pies de barro. Los «héroes» no existen ni existirán sin la gente que día a día trabaja en comunión por un propósito superior.

Yo creo en la posibilidad de mejora de nuestra nación. Espero (aunque no lo vea) un país donde el tricolor represente otras cosas diferentes, donde el amarillo signifique la riqueza de nuestras almas, una riqueza lograda con tiempo, trabajo, orden y esfuerzo. Un amarillo que signifique el oro, producto de la alquimia del tiempo y del crecimiento como pueblo. Donde el azul sea de un cielo que nos arrope a todos aquellos que deseamos convivir en paz, con tolerancia, con respeto verdadero, auténtico y comprometido hacia la diversidad. Un azul para los que viven aquí y un azul para los que han escogido otros suelos y porque este suelo y este cielo, también es para ellos.  Y el rojo que sea por la sangre que vibra y es bombeada por nuestros corazones llenos de ilusión, amor, paz, respeto, salud y esperanza de que podemos ser la mejor versión de nosotros mismos.

Y aún sigo sin conocer recetas mágicas para hacer un país mejor.

Autor: Daniel Rojas Salzano

Siempre se ha hecho de esta manera

Si usted quiere acabar con el ingenio, la innovación, la proposición de ideas, si usted desea quitarse a esa gente molesta que quiere cambiar las cosas, con deseo de generar cambios (aunque naturalmente somos resistentes al cambio), gente diciendo barbaridades tales como «tenemos que salir de la zona de confort», usted replique con la poderosa frase que es como una pared «aquí las cosas siempre se han hecho de esta manera». Se estrellarán contra esa frase. Si vuelven con eso de vamos a cambiar, vuelva a espetarles la frase acompañada de un «no se puede» y con una alta probabilidad, usted habrá acabado con esos molestos reformistas que siempre encontramos en alguna parte.

¿Lo anterior le resulta familiar en función de su familia, trabajo, escuela, país? Si su respuesta es afirmativa, pues quiere decir que usted está en uno de los dos lados, o bien en el lado de aquellos que no quieren cambiar o bien en el lado de aquellos que buscan generar cambios y mejoras. De forma natural, todos sin excepción, en una u otra esfera de nuestras vidas expresamos algún tipo de resistencia al cambio. Algunos más que otros, pero eso siempre está allí.

Hacer mejor las cosas es necesario. Lo adecuado hoy, es lo que mañana deberemos cambiar, es parte del proceso. Las fórmulas, los métodos, técnicas, herramientas, ideas, paradigmas, etc., que en algún momento nos ayudaron a entender el mundo es posible que hoy no nos sirvan, que no expliquen completamente los fenómenos que se manifiestan a nuestro alrededor o que requieran adecuaciones en función de los cambios que ocurren naturalmente en el mundo. La opresión y el silencio de la costumbre por un momento nos dejan tranquilos, sin embargo el precio de la resistencia al cambio al final es mucho más costoso que el cambio en sí mismo.

Creo que los cambios son necesarios y de hecho, si durante la historia del mundo la frase «esto siempre se ha hecho así» hubiese ganado, quizá aún estaríamos sufriendo por la peste bubónica, no tendríamos penicilina, viviríamos sin desodorante, no conoceríamos la telefonía móvil ni la informática, no tendríamos Declaración Universal de los Derechos Humanos y las bellas artes no nos habrían maravillado como hasta ahora lo han hecho. Quizá aún estaríamos en los albores de la edad de piedra intentando reconocernos como seres humanos. La realidad ha sido distinta. Unos testarudos seres humanos, empecinados en cambiar las cosas, comprometidos con la vida, con el progreso, con el desarrollo, han logrado generar grandes cambios, en algunos casos beneficiosos, en otros no tanto, pero han generado cambios. Lo mejor, es que aún tenemos como humanidad, muchas áreas de oportunidad.

Para cambiar no basta simplemente con decir «vamos a cambiar» o «esto así, no funciona». Tenemos que implicarnos en los procesos de cambio, involucrarnos y comprometernos. Decía Margaret Mead que los grandes cambios de la sociedad solo lo producían grupos humanos pequeños. En efecto es así. Que luego una idea o propuesta se masifique es otra cuestión. Pero generalmente los cambios comienzan a gestarse en la mente de unos pocos. Estos pocos suelen ser personas apasionadas, comprometidas, llenas de ganas por ver mejorar las cosas y con frecuencia deben ser testarudos para no desalentarse ante los pesimistas y los pájaros de mal agüero. Debe haber compromiso para no decaer ante la primera persona que te espeta con ese «aquí las cosas se han hecho siempre de esta manera». Que exista constancia, disciplina y una voluntad férrea para generar cambios. También debe haber valor y utilizar el miedo (que siempre lo puede haber en distintos grados) como trampolín y no como paralizante.

Si queremos ver cambios en nuestro entorno, si queremos ver cómo las cosas mejoran, nosotros mismos debemos ser agentes activos del cambio. Citando a Gandhi «Si pudiéramos cambiarnos a nosotros mismos, las tendencias en el mundo también podrían cambiar». No basta con decir que las cosas deben cambiar, o que queremos que las cosas cambien. Nosotros mismos debemos formar parte de ese cambio y tener un rol activo dentro de los procesos de cambio. La mejor forma de predicar es con el ejemplo y la tesis que no está acompañada de praxis es al final tan vacía como un cuenco arrinconado. Debemos producir los cambios pues estos no ocurrirán por sí solos y nadie vendrá a cambiar nuestro entorno si nosotros no queremos y no llevamos a cabo acciones para vivir el cambio.

El cambio es la única constante que existe en nuestras vidas. Cuando decimos la frase «aquí las cosas siempre se han hecho de esta manera» estamos asumiendo una posición vital como de una persona que se queda impávido frente a una avalancha que se le viene encima, de ello depende perecer o perdurar. Los cambios, así como todo lo que estos generan y requieren, nos exigen un enorme trabajo hasta que podamos instalar el cambio por el tiempo necesario hasta que el nuevo cambio vuelva a tocar a nuestras puertas. Para cambiar no se requiere que seamos héroes, se requiere que seamos gente comprometida, constante, disciplinada y valiente.

El cambio implica una carrera a favor de una vida mejor, de tener una mayor felicidad, de permanecer en el tiempo. El cambio es una manera para vivir nuestros sueños. Cambiar es de valientes. Innovar, generar mejoras, es de valientes.

Autor: Daniel Rojas Salzano

Crea una web o blog en WordPress.com

Subir ↑