Alegoría a la nada

Hay días que no sé qué escribir. Sentado frente a la pantalla del ordenador, pareciera que las palabras tienen algo de vergüenza para salir, están como amodorradas en su comodidad del silencio. Los dedos están entumecidos y no logro identificar bien lo que siento, lo que quiero escribir, sobre qué quiero «Verborreizar».

Existen días de días. Quizá la nota del día de hoy sea algo así como una alegoría a la nada, a ese vacío creativo que en cualquier momento nos puede atacar y quedarse alrededor nuestro como dándole vueltas y vueltas a algún asunto pero sin ningún resultado específico.

Hay que permitirse estar así también. En esta sociedad tan orientada a obtener resultados a toda costa, pareciera que tal improductividad en ocasiones, es una suerte de pecado impronunciable que no se debe siquiera comentar. Es necesario experienciar también este tipo de situaciones, dejar estar y dejar estarse de esta manera. Inerte, inerme, inmóvil, contemplativo, sintiente.

En ocasiones necesito deambular, observar sin participar. No pensar tanto. Sentir bastante más. Sentir. Dejar sentir y dejar que los sentidos se atiborren de estímulos. O simplemente que la nada se apodere de ellos. La ansiedad aparece cuando pienso demasiado. Y cuando se pienso demasiado entonces me pienso catastróficamente. Y cuando pienso demasiado, entonces se anulan los sentidos.

En los momentos de excesivo pensamiento y disminuido sentimiento, la corteza cerebral me resulta como un campo minado lleno de explosiones. Como la guerra. Sin ningún sentido. Sin resultados satisfactorios. Corrientazos deben ir y venir, seguramente. Una actividad cerebral cortical exagerada y un cerebro interpretando esa actividad como si fuera realidad. En ese momento se activa el organismo como si estuviera viviendo un gran peligro. Aunque esté sentado en un cómodo sillón o acostado en mi cama, sin peligros. El peligro está sólo en mi  cabeza. Afuera está el peligro que habita en mí y mi organismo interpreta que estoy en peligro y de repente me puedo sentir mal y ni siquiera sé por qué. ¿Por qué? Cuánto peligro en este tipo preguntas. Cuánto juicio en todos los por qué.

Pero bueno, yo venía con esto del sentir. Es necesario sentir y dejar que los sentidos hagan lo suyo. El cuerpo sabe lo que necesita, la sabiduría del cuerpo es inagotable y muchas veces anulada por la ignorancia del juicio, del «deber ser» y del «tener que». Siento mi cuerpo. Siento mi respiración. Estar en el aquí y el ahora. Recuerdo esa imagen de un reloj de agujas que marcaba una sola hora, tic, tac, tic, tac…ahora, ahora, ahora, ahora. Es la única realidad posible. Ahora, siento el calor, escucho la música que se desprende de mi ordenador, la música del Kronos Quartet interpretando una melodía oriental. Y tengo hambre.

Dejar ser. Dejar estar. Ser y estar. Dejarme ser y dejarme estar. En ese dejarme ser y dejarme estar se encuentra la clave de la vida. Mentira podrida. Disculpen mi mala palabra. No hay claves para la vida. Si existiera una clave para la vida ya hace tiempo que la habría encontrado. No hay claves para la vida. Solo queda vivir y experienciar. Porque entonces viene la gente con sus experiencias y te dice lo que cree que es mejor o peor y resulta que la cerveza es una hermosa bebida y otros dicen que está prohibida. Quizá lo más cercano a una «clave» para la vida es vivir de acuerdo a lo que se siente que es lo más propio y auténtico porque lo que se cree suele caracterizarse por ser lo que creen otros. Y como dijo el profeta: «No quiero sacrificios, quiero corazón».

Es una invitación a ser y estar. Aquí y ahora. A dejar ser y dejar estar. Hacer lo que me gusta. Una invitación a disfrutar y sentir.  Recuerda, el tiempo en el reloj pasa inexorablemente, tic, tac, tic, tac…ahora, ahora, ahora, ahora.

Autor: Daniel Rojas Salzano

 

 

 

Culpemos a la religión

Soy humanista teísta. No soy un hombre religioso. Soy entusiasta de la humanidad y de la paz, soy creyente de la tolerancia, del amor y del respeto, en todas las direcciones, nunca en un solo sentido. Intento practicar esto cada día. A partir de estos elementos, me atrevo a compartir mis consideraciones acerca del tema religioso y la violencia que se escuda detrás de cierta práctica religiosa.

En estos días veremos cómo se comienza a culpar a la religión por lo que ha sucedido y viene sucediendo en cuanto al terrorismo. De nuevo toma fuerza esa opinión acerca de la responsabilidad que tienen todas las religiones al estimular el fanatismo, la intolerancia, la falta de comunicación, etc, es decir, la promoción de prácticas violentas entre seres humanos, pero culpar a la religión es injusto e ilógico. Tal posición contribuye a acrecentar el problema que existe en cuanto al tema de la violencia y el terrorismo. Definitivamente, aunque se culpe a la religión, esta no es la culpable de las prácticas crueles de las cuales estamos siendo testigos. La religión es el chivo expiatorio y se convierte en el subterfugio utilizado para generar víctimas y señalar culpas.

Religión en muchos casos está asociado a la palabra latina Religare que indica vincular, atar fuertemente a Dios, a lo divino, a lo superior, lo cual ya nos da una aproximación sobre su pretensión. La religión realmente es un cuerpo de conocimientos, conjunto de tradiciones culturales, sociales, prácticas espirituales que en muchos casos intentan conectar al ser humano con lo sublime de la vida, con la dimensión más elevada de la existencia, con aquello sutil que sentimos existe, pero que realmente no hemos visto. Esto último es lo que está asociado a la Fe. Incluso las religiones, modelan la cosmovisión que puede tener cada persona en su propia vida.

Por medio de la religión en muchos casos, los seres humanos buscan tener algunas directrices a través de las cuales conducir sus vidas. Como individuos imperfectos que somos por naturaleza y por naturaleza perfectibles, en la religión muchas veces se encuentra un modo de comportamiento que puede fungir como el instrumento por medio del cual se reconozcan las propias virtudes y los propios defectos. En la creencia de algo superior (lo que usted particularmente decida que es superior) es posible llegar a ser mejores dentro del encuadre de la religión. Que observemos practicantes de la religión con grandes defectos es algo completamente natural, son seres humanos.

Con el uso y práctica de la religión muchas personas encuentran solaz para las penas que les acongojan, refugio para soportar los dolores propios de la vida que en muchos casos, los seres humanos no encuentran por sí mismos resolver o mitigar. En la práctica de la religión muchas personas consiguen ejercer una vida más recta en común unión con otros seres humanos a los que se les llama hermanos. Uno de los fines últimos de la religión es el amor. Sea cual sea la religión, el amor es uno de los fines últimos y más excelsos de la práctica religiosa.

En este sentido ¿Cómo se puede culpar a la religión por la violencia? Realmente la violencia viene dada por interpretaciones sesgadas que se hacen a partir de los dogmas, de la intolerancia que puede derivar de la misma, de esas creencias de que determinada religión, quién sabe por cuál motivo, es superior a la otra o porque determinado pueblo o colectivo está predestinado por Dios o por algún dios, por alguna deidad para cumplir un propósito determinado asociado a una acción violenta que debe ser ejercida sobre otros seres humanos que supuestamente están equivocados.

En mi humilde opinión, muy personal y particular no creo que ninguna religión, sin excepción, sea más verdadera que otra ni que hayan pueblos elegidos por dioses para determinados propósitos. Tampoco creo en ningún caso que exista dios alguno si es que existe uno o varios, que estén orientados a la destrucción de la humanidad. Desde la concepción que yo manejo acerca de Dios como una inteligencia superior, no creo que en su infinita inteligencia tenga necesidad de que se le reconozca superioridad alguna.

Creo que un Dios con necesidad y sed de ser adorado y venerado, que necesite pruebas de amor, que necesite aniquilar personas para demostrar algún tipo de superioridad, creo que es un dios falso y débil. Realmente, los hombres en su finitud y pequeñez son lo que necesitan ser adorados y venerados, necesitan pruebas de amor y fidelidad, necesitan aniquilar física y moralmente a otras personas para demostrar su superioridad porque su conexión con Dios, es falsa y está movida por algún interés particular, personal y mezquino.

Creo, que toda la humanidad en igualdad de condiciones, sea cual sea su creencia, incluso si en nada cree, sin etiquetas de mejor o peor, está destinada por Dios a regirse por el amor y todo lo que deviene del mismo. Que todo aquello contrario a tales principios es autoritarismo e interpretaciones peligrosas del hecho religioso. Creo que el destino de la humanidad es a ser creadores en conjunto con esa inteligencia divina y a ser instrumentos del amor y la creación. Asesinar, ajusticiar, ejecutar, ahorcar, ahogar, fusilar, inmolar, son verbos contrarios a Amar y a Crear. Estos últimos verbos son sencillos, profundos y poderosos. El mundo entero anhela la práctica incansable de los verbos amar y crear.

Creo en Dios, arquitecto supremo del universo y todo cuanto habita y vive en él. Creo en el amor. Creo en mí. Creo en la humanidad. Este es mi credo.

Autor: Daniel Rojas Salzano

Saborear la vida

Esperar. ¿Cuántas veces paso la vida como en una continua espera? ¿Cuántas veces he vivido de espaldas a mí mismo? ¿Cómo cambia la vida frente a mi sin ser consciente de ello? ¿Cómo cambia mi propia imagen frente al espejo? Luego de años de verme y verme, un día sin ser muy conscientes de ello observo frente a mi una imagen a la cual me había acostumbrado pero a la que realmente no le había prestado demasiada atención. El tiempo se manifiesta en el cuerpo y en el rostro y así, a la vuelta de unos años, la vida ha pasado tanto que dramáticamente no me reconozco a mí mismo y toca de nuevo, observarme.

Puedo ser siempre la mejor o la peor versión de mí mismo. Al fin y al cabo, intentar ser lo que que nunca fui pero quise ser, intentar ser de nuevo lo que fui y me gustó, pero que ya no seré, es una gran pérdida de energía y tiempo, porque aquello que sucedió no será nunca más y no puedo recuperarlo. Soy transición. Pasado, presente y futuro, conjugado en un solo tiempo verbal que pertenece al ahora, porque el tiempo fue y lo que va a ser, siempre será un millón de posibilidades infinitas.

Lo que he sido como persona en el trascurso de mi vida nunca lo imaginé. Si hace veinte años me hubieran dicho muchas de las cosas que habría de arrostrar en mi vida, quizá habría dicho: «ese no soy yo». Porque la vida, siempre me va a sorprender. Una de las condiciones inherentes a la vida es la sorpresa y dejar de sorprenderme es como estar muerto.

En cuanto al futuro, hacer el ejercicio de lo que podría suceder es inevitable. porque pareciera que una de las configuraciones por defecto del cerebro humano es proyectar en el futuro, proyectar toneladas de fantasías acerca de todo lo que puede suceder, por lo general, catastrófico. Sin embargo, una cosa es imaginar, proyectar en el futuro, hacerme historias en mi cabeza y otra muy diferente (aunque en la práctica no parece serlo tanto), es creer que esas proyecciones del futuro pueden ser una verdad inapelable como el momento presente. El futuro es difuso y efímero. De hecho, como dice la canción de la Venegas: «el presente es lo único que hay».

Muy bien, venía con aquello de que me veo en el espejo y han pasado un montón de años y cuando caigo en cuenta acerca de muchas cosas sobre mi propias vida me hago la pregunta de rigor «¿y cuándo pasó todo esto? ¿Cuándo pasaron tantos años?» Es mi inconsciencia y mi necesidad de rutina lo que me hace pasar inconscientemente por mi propia vida como si nunca la hubiera vivido, como si otra persona tomó esas decisiones tan malas o tan buenas que ahora están rindiendo sus frutos, dulces o amargos.

La vida, en muchas ocasiones, va pasando como si yo estuviera fuera de ella y como si fuera un espectador somnolientos de mi propia existencia. Espectador pasivo de mi vida y decisiones que se suceden en algún momento entre el alumbramiento y la tumba, porque la vida pasa tan aceleradamente que cuando caigo en cuenta  están sucediendo un millón de cosas. Nos estamos casando unos y otros están viendo a sus hijos casarse, otros están viendo la gran panza que han cultivado o todos los cabellos canos que deben teñirse. En algunos casos la vida ha sido espléndida y en otras un verdadero caos, independientemente de lo que entienda por una esplendor y caos. La vida usualmente es lo que es y en muchos casos la vivo de espaldas a ella.

La vida es un millón de posibilidades infinitas mientras mis ojos se posan en un punto concreto. En el empeño de evitar que la vida pase sin pena ni gloria, no presto mucha atención a dónde coloco el foco en la vida. No quiero desgastarme pensando que la vida pasa demasiado rápido y yo me pregunto ¿para qué quiero yo la vida si al fin y al cabo la voy a desperdiciar? La vida debería ser necesaria en tanto y en cuanto la voy a disfrutar y aprovechar. No quiero decir con esto que voy a vivir la vida con una total conciencia de mí mismo, creo que es casi imposible. Pero, disfrutar de la vida, ser consciente (y esforzándome por ello) de mi propia vida, no de la vida de los otros. Disfrutarla, saborearla, desmenuzarla mientras va pasando.

La vida es demasiado breve como para malgastarla haciendo lo que  no me gusta. La vida pasa demasiado rápido como para que esta transcurra con tanta inconsciencia. La vida es tan fugaz como para estar amargándome por tonterías y poniendo el foco en aquellas cosas que me agrían la existencia y desenfocándome de aquello que la endulza. La vida no siempre será tan placentera y habrán momentos duros y difíciles. Habrán personas duras y difíciles, siempre habrán situaciones que me pongan entre la espada y la pared. Siempre tendré momentos de conciencia e inconsciencia, pero en fin, yo escojo saborear la vida y aderezarla en la medida de mis posibilidades y a mi gusto. Yo escojo vivir de frente y no de espaldas.

Voy a saborear la vida. Observarla, palparla y sentirla, escucharla, olfatearla, saborearla, masticarla y digerirla. Es así. La vida continuamente es así.

Servir para Liderar

Para liderar, es necesario servir. Ningún individuo que pretenda dirigir a otros individuos, puede permitirse hacerlo sin ser una persona orientada al servicio. Cuando un individuo ha sido puesto en una posición de poder por otros individuos (en principio con igualdad de condiciones), para que realice determinadas funciones y administre determinados recursos y olvida que una vez en ese puesto de poder ha sido puesto por otros y no por sí mismo, este individuo pierde el norte de sus funciones como líder. El líder es líder, solo porque otros han determinado, de forma consciente o no, que lo sea. No existen líderes sin seguidores. Esa fe del seguidor en el líder, inexorablemente, debe ser retribuida con buena voluntad. Cuando es retribuida con mala voluntad, mala gestión y equivocada gestión de los recursos, las consecuencias son el aprovechamiento particular, alejado del bien común.

Ningún individuo que se encuentre en algún puesto de poder puede permitirse a sí mismo liderar sin servir. El servicio es necesario para cualquier individuo que intente ser reconocido por sus semejantes como un líder o como una figura o modelo de autoridad. La autoridad sin respeto por el otro y sin vocación de servicio es una autoridad basada en el poder del terror y no en el poder del amor. El poder del amor y no el amor por el poder, es un ingrediente necesario (aunque no suficiente) para realizar un trabajo exitoso. La autoridad debe respetar al otro y demuestra su respeto no en palabras, sino en su gestión. Un líder exitoso se vuelca al servicio y es los hechos de su gestión lo que hablarán por él, no los discursos llenos de palabras insufladas de emociones.

No es posible concebir la función del liderazgo y servicio hacia un colectivo, grupo, ciudad, nación sin concebir en ella a todos los individuos. Ningún líder que se precie de ser bueno, puede concebirse a sí mismo en su función como un líder de un grupo excluyendo a otro grupo. Intentar gobernar de esa forma es mezquino y arbitrario. Implicaría desconocer a otras personas que son tan humanos como aquellos que han decidido darles un apoyo directo. Aunque un líder determinado pueda llegar al poder por medio de la voluntad de un grupo concreto, debe siempre recordar que el servicio es para todas las personas independientemente de ideologías, dogmas, creencias, razas y géneros. El amor es universal y debe ser el amor lo que guíe la gestión del líder. Pretender excluir a las personas desde el liderazgo es peligroso, genera odio y resentimiento. Es preferible un líder excluido desde las bases a un líder que excluya a un sector de las bases.

Para liderar, es necesario servir. Para liderar, es necesario servir. Quien concibe la función del liderazgo alejado de las necesidad de aquellos que le emplazan como líder, es una persona destinada al fracaso más duro y monumental, porque en el servicio se demuestra el aprecio por aquellos que son dirigidos y el aprecio por los recursos que le son asignados para administrar. Es necesario indicar que en su conducta, el líder modela a quienes le observan. El que ama, enseña a amar. El que desprecia, enseña a despreciar.

Es necesario servir  y amar lo que se hace. Si en la función de liderazgo el punto focal de la gestión está orientada al beneficio particular y no al bien común, la persona que lidera está destinada al fracaso. Cuando un líder está orientado al bien común, en consecuencia está sentando las bases para que cada persona desarrolle al máximo sus potencialidades y sea beneficiada de acuerdo a sus propios esfuerzos, capacidades y limitaciones. El bien común en ocasión del servicio y el amor puesto al servicio de las personas, al final del día, en el ocaso de las funciones, redundará en un beneficio particular, porque solo aquel que busca el beneficio de todos puede conseguir la gloria, el triunfo y el éxito para sí mismo, porque aquello que hace a los demás, lo hace para sí mismo.

Autor: Daniel Rojas Salzano

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