Decía Uslar Pietri: «La palabrota que ensucia la lengua termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un patán y actuar como un patán. Hay una estrecha e indisoluble relación entre la palabra, el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente, ni ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces. Es la palabra lo que crea el clima del pensamiento y las condiciones de la acción».
En nuestro idioma castellano (así como en cualquier otro idioma) existen hermosas palabras. Existen palabras que expresan lo feo, lo odiado, lo repudiado, lo amado, enaltecido y valorado. El idioma y su evolución a través de los siglos es un registro fiel de nuestras circunstancias. Las palabras (tal como lo describe Uslar Pietri), contribuyen con nosotros a configurar el mundo, lo que nos rodea. A través de las palabras que utilizan los otros, llegamos a conocerles. A través de las palabras y la configuración del lenguaje, podemos tocar la fibra más prístina y auténtica del alma de quien nos escucha.
Las palabras, la forma en la cual estas se conjugan, la manera en la cual son utilizadas, denotan cómo las personas piensan acerca del mundo que les rodea. La forma como una persona habla devela el proceso a través del cual contacta con aquello que le circunda, con las personas a su alrededor. La belleza de las palabras nos hacen tener una mejor visión del universo. No sé si más optimista o pesimista, pero al menos, una mejor visión de nuestra existencia. El mundo será más rico y enriquecedor, en tanto aprehendamos un mayor número de palabras a nuestro repertorio para expresar toda una serie de temas que nos pueden resultar interesantes en pro de nuestro propio desarrollo y crecimiento.
El lenguaje, vasto continente de palabras, con unas generales y otras muy específicas, algunas con múltiples acepciones, otras con un solo significado, deviene en un recurso íntimo y personal, una red que se teje a través de los años, de la curiosidad, de la lectura, del ímpetu explorador y la avidez. En fin, las palabras nos dan referencia tanto de nuestro mundo interno como de nuestro mundo externo.
Una persona que no encuentra las palabras para expresar sus sentimientos en determinada situación, es una persona que se encuentra en una posición de desventaja frente a aquello que le sucede. No poder referir lo que se siente es un drama. No encontrar o bien, no tener las palabras necesarias para expresar determinados estados de ánimo, describir la propia realidad material e inmaterial, es andar por la vida gateando a ciegas en una oscura y escarbada cueva intentando arribar a la salida, hasta donde haya oxígeno y luz para continuar vivo. En muchos casos, sucumbe en el intento, con lo cual se sufre la tragedia de la incomunicación.
El lenguaje no es solo palabras, es también sintaxis. Nada hacemos con palabras mal utilizadas, con palabras que están puestas en lugares que no corresponden. Es posible que nosotros nos entendamos a nosotros mismos, empero, quienes nos escuchen difícilmente encontraran el camino correcto para acceder al campo indispensable de la comprensión. Así mismo, utilizar palabras que no corresponden, combinadas de forma incorrecta, aunque nosotros creamos entendernos a nosotros mismos, será como navegar en un navío hacia el sur con una brújula que nos señala hacia el oeste. En algún punto de nuestro trayecto nos daremos cuenta que nuestra orientación es equivocada o simplemente atracaremos en el puerto incorrecto.
Por otra parte, la belleza más excelsa y elevada de lenguaje es aquella que viene acompañada de acciones, puesto que el lenguaje que no está respaldado por obras, por un testimonio de vida, es como un cascarán hueco, como un globo que se infla infatigablemente pero que en algún momento explota dejando sordos y heridos a quienes escuchan, desconfiando de nuestras palabras. Es mejor demostrar correspondencia entre la teoría y la praxis que una relación desarticulada entre lo que se dice y lo que se hace.
En consecuencia, es necesario promover la belleza del lenguaje, estimular a través de la palabra y la acción el correcto uso del mismo, saber diferenciar entre el lenguaje escrito y el verbal (porque tienen diferencias). Resulta preciso y urgente luchar contra el empobrecimiento creciente y sostenido del idioma. Es preciso que luchemos contra la depauperación de la lengua porque esta carestía lo único que resultará será en generaciones posteriores con una capacidad verbal y escrita reducida a un mundo limitado, incapaz de comunicarse eficientemente.
Debemos ser garantes de la palabra, verbal y escrita. Sembrar el uso de la correcta expresión. Cultivar en el intelecto y en las almas el amor por el lenguaje cabal, hacer de nuestra diaria expresión un ejercicio de desarrollo personal y enriquecimiento continuo, creciente y sostenido. En la medida en la cual seamos capaces de conocer y entender mejor nuestra lengua, nuestro idioma, en esa medida podremos entender de forma más adecuada nuestro mundo, tanto interno como externo. Seremos capaces de tener una comunicación precisa y adecuada, correcta y respetuosa. Nuestra comunicación expresará correctamente, lo que intentamos expresar. Dibujará con rigor, acierto y minuciosidad los sentimientos y pensamientos que habitan en nuestro interior. Identificaremos de exactitud, claridad y concreción aquello a nuestro alrededor.
Autor: Daniel Rojas Salzano