La oración y el silencio

Como católico, bautizado católico, criado en una familia católica, instruido en una escuela católica once años, el significado de la oración puede  ser muy amplio, la imagen de Dios aún más amplia.

La imagen de Dios que he tenido es amplia y variable. Hasta llegué a escribirle una elegía. Para quienes no saben lo que es una elegía, es un poema que se escribe para alguien que ha muerto. En mi caso intenté matar la imagen esa horrorosa de Dios que yo he tenido producto de muchas experiencias. Aún no tengo una imagen demasiado clara de Dios. Creo que Él es algo así como esas imágenes en la oscuridad que cuando observas directamente no las puedes observar pero cuando las ves de reojo puedes observarlas.

Quiero orar en silencio.

No quiero orar en desesperación, con desesperación, por desesperación. Aunque muchas veces he orado en, con y por desesperación. ¿Estoy dispuesto a recibir todas las piedras? 

Yo creo en la oración. Creo en la contemplación y la meditación. Pero confieso que no me gusta la oración desesperada, quizá no me gusto a mí mismo desesperado. Creo que necesito revisar mi propia desesperación.

Creo que no me gusta porque cuando me he sentido desesperado y he rezado, al final las respuestas no llegan. Quizá no dejen de ser enviadas, pero es que cuando me he sentido desesperado me siento en un torbellino y no soy capaz de contactar con las respuestas, con las soluciones. Las respuestas se manifiestan de forma inversamente proporcional a la desesperación. Advertencia, no confundir desesperación con dolor. Son dos cosas diferentes.

He tenido momentos de angustia, soledad, tristeza, apremio. Momentos de mi vida un poco más oscuros. En los momentos de mayor desesperación me ha aliviado el silencio. Desde hace mucho tiempo le he tomado aprecio al silencio.

Creo que el silencio como oración, meditación y/o contemplación es el verdadero espacio en el cual me puedo comunicar con Dios, lo demás es ruido en mi cabeza, es cacofonía, es interferencia, ruido blanco, son frecuencias que interrumpen el flujo de las ondas que llegan a mí. De las ondas que fluyen de mi propio corazón. Cuando logro en el silencio alinear el corazón y mi cerebro, fluyen las respuestas, emerge la presencia de Dios, me siento unido a la vida, a algo mucho más amplio que yo.

Lo demás, son oraciones, son plegarias que otras personas han creado en un momento determinado para alabar y cantar a Dios, mostrando gran respeto. Yo las uso. Aunque las uso poco. Y mi repertorio es bastante reducido. Tampoco quiero ampliarlo demasiado.

A Dios yo lo escucho en el silencio.

El silencio es el lenguaje, el idioma, la voz de Dios. Cuando hago silencio, en mi caso, sobreviene la calma y eso es lo más cercano a Dios que yo conozco.

En el silencio, puedo encontrar a Dios. Porque para mí no es un Él o Ella. Es un ser, es vida. Es el Logos. Es el principio rector de todo aquello que existe. Es la razón como capacidad humana y la Fe como salvoconducto a través del oscuro camino de la incertidumbre. La oración en el silencio y la Fe, me permiten de alguna manera establecer conexiones con lo trascendente.

Dios es el principio rector, es la vida, es el universo. Tiene tantos nombres que al final, no tiene ningún nombre. Es insondable. No tiene adjetivos. Dios no es ni bueno ni malo.

En el silencio, la oración fluye como un río a través de verdes montañas llenas de vegetación y vida. En el silencio, la oración se convierte en un haz de luz que ilumina las oscuridades insondables del espíritu y de la mente. En el silencio la oración se convierte en paz y no hay nada que se resista a esa fuerza inconmesurable que es la paz, en fin, Dios.

Dios es Dios. Y en el silencio, puedo escucharlo.

El cambio, te cambia.

Los cambios ocurren. Son necesarios. Nos resistimos a ellos. Al mismo tiempo, nos aburre la vida cuando es monótona.

La vida siempre cambia. Nos guste o no, la vida siempre está llena de cambios y nuestras perspectivas varían siempre. No somos los mismos de hace diez días, no somos los mismos de hace diez meses, no somos los mismos de hace diez años. No somos los mismos.

Cambian nuestros rostros. Nuestras manos. Cambia nuestro cabello, algunos incluso lo perdemos. Cambian nuestros gustos, nuestras modas. Cambia nuestra manera de hablar, de percibir, de sentir. Algunos dejan de sentir y de sorprenderse. A algunos ya nada les sorprende, nada les ilusiona y nada les emociona.

brasas-1038x576En la hoguera de nuestros corazones las llamas inicialmente flamean incesantemente hasta que de pronto el oxígeno disminuye un poco y esa fuerte candela disminuye hasta ser unas brazas que suelen calentar. En algunos casos las brazas se apagan. Muere el calor y llega el frío. En ocasiones debajo de las cenizas sigue ardiendo algún carbón, alguna madera esperando por un viento que la avive un poco más.

El paroxismo del abatimiento surge con el miedo al cambio. Se convierte en un estado terrible que nos inunda los sentidos. Nos llena, nos colma, nos detiene el corazón como si el mundo fuera una inmensa ciénaga infestada de terrores.

Combatir el cambio es como una lucha contra la propia sombra. Incesante, sin sentido. Una lucha donde se cansa la propia humanidad combatiendo contra la nada infinita, eterna, porque la vida siempre es dinámica. La lucha contra la sombra deviene en cansancio, en postración. Frente a la sombra, reflejando la propia derrota, le sucede el hastío. La falta de sentido.

Un ser humano sin sentido de su propia existencia, sin responsabilizarse de su propio miedo al cambio huye de la felicidad. La felicidad requiere conciencia de sí mismo, conciencia del propio tiempo que cambia de acuerdo a las estaciones de la existencia. La felicidad con conciencia del cambio, dentro del espacio intrapersonal y con relación a lo que me rodea, genera una mejor sensación de la propia vida, una valoración más positiva y con mayor sentido.

Cuando cambio y acepto mis propios cambios, soy capaz de comprender que el mundo fuera de mí puede o no cambiar. No es mi responsabilidad que lo de afuera cambie. Quizá mis propios cambios puedan afectar mi entorno. Mas nunca es mi responsabilidad que quienes me rodean cambien. Nadie puede ni debe cambiar por mí. No debo cambiar ni puedo cambiar por los demás.

raindropLa vida, en su incesante goteo de lluvia eterna, se mantiene cambiando. La esencia inherente de todo lo vivo es el cambio. Lo contrario puede resultar en una muerte psíquica. En un cuerpo mutilado emocionalmente que se mantiene errante en los laberintos de la realidad, golpeando de forma ininterrumpida su dignidad.

Asume tus cambios. La vida hoy es feliz, mañana puede ser infeliz. Hoy puedes sentirte valiente, mañana cobarde. Hoy sentirte con rabia, mañana pacífico. Ten en cuenta que aún cuando hoy resuelvas algún asunto pendiente, luego por alguna razón desconocida, volverás a tener congoja, pesadumbre, infortunio. Luego volverá la dicha y la alegría. El regocijo. Es que la vida es así.

Frente a la vida, la fórmula es ser conscientes de nosotros mismos, de cómo nos sentimos, lo que sentimos y validarlo. Frente a la vida, vivirla en el presente. Desde el aquí y el ahora. El pasado y el futuro son ficciones. Frente a la vida, a nuestra propia vida, hacernos responsables de nuestras decisiones. Vivir culpando a la vida de las consecuencias resultantes de nuestras decisiones es estéril. Vivir asumiendo nuestras responsabilidades, aciertos y desaciertos, nos hace más dueños de nuestra existencia. La fe activa es necesaria para la felicidad.

Asume los cambios. No existen fórmulas mágicas. Existe el amor y el odio. Existen las luces y las sombras. Las luces y las sombras existen en tu alma. En el alma de los santos, en el alma de los pecadores.

Es fácil decir todo lo anterior. Es cierto, vivir puede ser más duro. No escogiste dónde nacer ni tu nacimiento. Puedes escoger qué hacer con ello. Decirlo es fácil. Hacerlo…En algún momento necesitas comenzar o no. Es tu decisión.

Autor: Daniel Rojas Salzano.

Saltos de Fe

Pasan los días y de acuerdo a cómo se van presentando las cosas en mi propia vida voy teniendo mis altos y mis bajos. En ocasiones me siento feliz, alegre, pletórico, exultante y en otros momentos me siento completamente desesperanzado, pesimista, triste, con miedo. Aun así me pregunto qué debo hacer. Es en estos momentos cuando trato de insistir aún más en moverme hacia  la felicidad, cerrar los ojos y seguir viviendo; de alguna manera dar un salto al vacío, eso que llamo en ocasiones “los saltos de fe”.

Generalmente me siento bien, con alegría y no puedo ni quiero evitar en otras ocasiones tener mis momentos de desencanto y desesperación. Cuando tengo estos momentos busco motivos para sentirme agradecido por lo que soy, lo que tengo, sentirme bien conmigo mismo y enfocar mi pensamiento hacia lo positivo. ¿Cómo hacerlo? No lo sé realmente, existen muchas maneras, cada persona debe encontrar esa forma de hacerlo. Puede ser meditación, oración, psicoterapia, deportes, trabajo social, cualquier actividad artística, etc. Existen múltiples maneras. Cada quien sabe de alguna manera aquello que potencialmente le hace feliz y aquello que potencialmente le hace infeliz.

Esto no significa que me niegue a ver las cosas terribles que están sucediendo, pero me da la idea que a pesar de las cosas malas que continuamente suceden y que existen personas haciendo cosas negativas, existen muchísimas personas haciendo muchas cosas buenas. Como decía el fallecido trovador y poeta Facundo Cabral: “Por cada bomba que explota hay un millón de caricias”. Una bomba deja una mayor impresión en nuestra memoria. Sus resultados aún más. Los daños de una bomba suelen ser devastadores. El efecto acumulador de las caricias y del amor es silencioso. El efecto acumulador del amor es silencioso y se mantiene en el tiempo.

No necesitamos catástrofes para expresar nuestra bondad. No es necesario que sucedan cosas que nos estremezcan para comenzar a buscar un sentido positivo a nuestras existencias. Basta con mirar a nuestro alrededor, existe suficiente desgracia y también existen muchas personas y muchos seres de los cuales se desprende la gracia con la cual sostenernos y encontrar razones para sentirnos felices en la vida. Razones para comprometernos a hacer del mundo un lugar mejor.

Autor: Daniel Rojas Salzano

 

Todos son iguales

Con ese título, ¡Todos son iguales! me refiero a la acción de juzgar y elaborar prejuicios acerca de un tema determinado o sobre personas y/o grupos específicos. La elaboración de prejuicios suele ser una de las acciones más comunes realizadas por las personas, sin embargo, terminan siendo nocivas e infructíferas, tanto si los elaboran otras personas como si soy yo mismo quien los hace.

No se crean que la frase inicial la escribo porque yo no elaboro juicios. Creo que cada vez que tengo una opinión acerca de algo, en la gran mayoría de los casos estoy elaborando juicios y precipitadamente, juicios de valor, que suelen ser aún más nocivos.

Los juicios y los prejuicios suelen formarse como generalizaciones burdas o toscas acerca de grupos. El prejuicio se define como “evaluaciones negativas hacia un grupo o los miembros de un grupo sin considerarlos como individuos” (Taylor, Peplau y Silva, 2006).

Otro elemento de los juicios que elaboramos es que solemos enseñarlos y modelarlos. ¡Exacto! Tal como lo estás pensando, los juicios que tú elaboras acerca de otras personas los aprendiste y si no eres consciente de ellos los estarás enseñando a otras personas, como por ejemplo, tus hijos. El problema es que no nacemos prejuiciosos, no nacemos con creencias pre-concebidas, todas ellas las hemos aprendido de alguien y en algún lugar. Quienes nos observan, pueden con una gran facilidad, aprenderlos de nosotros.

Los prejuicios nos separan de los otros, nos obligan a encasillar a las personas dentro de categorías determinadas, una especie de economía mental para evitar observarnos a nosotros mismos y ser conscientes de cuánto hay del otro en mí.

El juicio se reviste en múltiples ocasiones de una especie de sentido de superioridad. Es como una especie de taburete en el cual me subo para ver al resto del mundo por debajo de mi hombro, pero finalmente utilizo el taburete porque en relación con lo que juzgo me siento inferior.

En otras ocasiones los prejuicios enmascaran profundos anhelos, es decir, juzgo del otro lo que yo quisiera para mí o lo que no soy capaz de hacer, en consecuencia, prefiero emitir juicios que admitir mi necesidad de hacer lo mismo o de tener lo que estoy criticando.

Los prejuicios originan a su vez actitudes, las cuales tienen tres componentes, cognitivos, emocionales y conductuales, es decir, nuestras actitudes se sustentan sobre pensamientos, emociones y comportamientos hacia el objeto, persona, grupo y/o situación sobre la cual dirigimos nuestra actitud. Puedo pensar que determinada persona está equivocada, sentir rabia y en consecuencia, discriminar y elaborar comentarios destructivos. Todo esto con el agravante de que siempre estaré modelando a alguna persona que estará aprendiendo de mí mis propios prejuicios. Es como una cadena que no tiene fin.

Por ejemplo, que existan personas pobres que roban, no significa que todas las personas pobres roban. Porque existen personas adineradas que son codiciosas, no quiere decir que todos los adinerados son codiciosos. Porque una persona de una nacionalidad sea de una forma, no quiere decir que todas las personas de ese país son de esa forma. Porque hayas tenido una mala experiencia con algunos hombres o con algunas mujeres, no quiere decir que todos los hombres son iguales o todas las mujeres son iguales. Parece muy simple y obvio. Incluso pensarás: “¡Es evidente que no todas las personas son iguales!”. Tan evidente y tan difícil de poner en perspectiva. En la práctica elaboramos prejuicios continuamente, determinamos nuestras actitudes con base en los mismos y con frecuencia elaboramos generalizaciones sobre cualquier grupo.

Y te preguntarás, ¿Cómo puedo ayudar a eliminar los prejuicios en mi vida? Como siempre, no existen recetas mágicas para ello, sin embargo, una de las primeras cosas que puedes hacer es valorar tus propias opiniones en privado. Saber si realmente las opiniones contribuyen enriqueciendo mi perspectiva y la de otros. Considerar a las personas de forma individual, como sujetos únicos, con situaciones y contextos únicos. No digo con esto que no puedan existir personas acerca de las cuales tengas opiniones negativas, sin embargo, estas opiniones pueden ser sólo dirigidas hacia una sola persona, evitando hacer generalizaciones.

Obsérvate a ti mismo. Observa tu propio comportamiento. Una de las mejores actitudes que podemos adoptar frente a nuestros propios prejuicios es la compasión. La compasión nos pone más cerca del otro. Es evidente que no nos coloca en los zapatos del otro, sin embargo, nos da una aproximación de la existencia de la otra persona que tenemos ante nosotros.

Y recuerda, algún día también tú puedes ser víctima de los prejuicios de otras personas como consecuencia de tu lugar de origen, religión, orientación sexual, clase social, preferencias, edad, creencias políticas y siempre tendrás la oportunidad de ser compasivo.

Evita los prejuicios. Recuerda, ser prejuicioso empobrece nuestra perspectiva. Revisa tus propias creencias y tu propia vida. Considera a las personas como individuos. Sé compasivo.

Autor: Daniel Rojas Salzano.

Nada es para siempre

Nada es para siempre, para bien o para mal, nada lo es. De acuerdo con las circunstancias o el contexto, la finitud de las personas, cosas o situaciones, pueden o no ser deseadas. Quisiéramos que la alegría fuera infinita y que el dolor fuera tan breve y leve como un suspiro. Y por esas contradicciones de la vida, la alegría parece muy breve y el dolor muy largo, el reposo efímero y la pena extendida. Transitar cualquier camino o senda en nuestra vida termina resultando siempre un acto con un inicio y un final específicos, no por ello conocidos.

En ocasiones en nuestras vidas nos toca transitar por diversos caminos sin por ello ser conscientes de nuestros pasos, sin saber siquiera que estamos caminando por un lugar determinado y no es sino cuando estamos bien internados en el terreno que apenas comenzamos a darnos cuenta cuál es el lugar donde nos encontramos.

El dolor en la vida es inevitable. No existe manera alguna en nuestras existencias que no atravesemos el dolor, la tristeza, la melancolía, el desgarro infinito y abrasador de la pérdida. Pero nada es para siempre. No lo es la alegría más colorida ni la tristeza más negra y oscura. En cualquier caso, no existe manera en que no atravesemos el camino de la tristeza. En algún momento nuestras vidas deben atravesar esa parte. Algunas tristezas son pequeñas, otras tristezas devienen mucho más grandes. Algunas veces pequeñas tristezas van de la mano también con una cierta alegría. Quien se muda de casa para dejar lo conocido se entristece y también se alegra por las nuevas experiencias que tendrá. Quien pasa por el dolor de ver cómo va menguando la vida de un familiar, quien observa penosamente y sin remedio cómo se va extinguiendo la llama viva del corazón de un ser querido, transita junto con ese familiar el camino del dolor y sin embargo, puede sentir un alivio auténtico y generoso por la partida de ese ser querido, la finalización y el cese de todo el sufrimiento.

Conocer el dolor, observarlo cara a cara no es fácil. Duelen muchas cosas en la vida. Duelen muchas más cosas de las que estamos dispuestos a admitir. Duelen las partidas. Duelen los finales. Decir adiós. Duele perder la salud, duele el dedo meñique que golpeamos contra la esquina de la cama cuando estamos descalzos y pensar que andar descalzos es algo placentero.

La vida que inicia duele para el niño y para la madre, aun así es una gran felicidad. Duele el parto. Para el niño que sale de la comodidad del vientre y para la madre que siente su útero abrirse, duele sentir  cómo se expande la vida, duele como nunca nada en el mundo ha dolido hasta ese momento.

El dolor está presente muchas veces para recordarnos lo vivo que estamos. El dolor se siente. Se palpa. En todo el cuerpo. Algunas veces es un fuerte dolor de cabeza, algunas veces en nuestras panzas, otras, un desgarramiento vacío en el pecho que nos arranca la voz y nos priva. El dolor te recuerda que estás vivo. El dolor, cuando todo duele tanto que quieres morir, te dice: ¡Estás vivo coño, estás vivo! ¡Solo dejarás de sentirme cuando mueras! Y eso, estamos vivos, por Dios, tenemos vida y podemos ponernos de pie, aunque duela. Aun sintiendo dolor nos ha tocado vivir. Vivir también requiere buscar algo más que el dolor, implica buscar la rabia, el miedo, la alegría, en fin, buscar la vida.

Pero nada es para siempre.

Lo único incesante en la vida es el cambio. Y si estás leyendo esto es porque estás vivo y sabes leer. Y si te conmueve es porque estás vivo.

Una vida carente de dolor no existe. Unas duelen más. Unas duelen menos. Y cada quien lleva su dolor. Cada quien conoce su dolor, aunque se haga el loco.

Nada es para siempre, ni siquiera esta vida. Aprovéchala y agradécela.

Autor: Daniel Rojas Salzano

Propósitos de año nuevo / New Year’s Resolutions

¿Propósitos de año nuevo? ¿Qué hacemos con los propósitos de cada año nuevo? Cada año que inicia conlleva consigo una lista infinita de intenciones y tan numerosas como personas existen, sin embargo, estos son para iniciarlos aquí y ahora.

Tampoco es que necesitamos formularnos propósitos para vivir, lo que necesitamos es vivir, no necesitamos llenarnos una mochila con intenciones que luego no cumpliremos. Necesitamos saber que podemos existir tal como somos, sin tantos argumentos y/o conceptos acerca de nosotros mismos. Necesitamos observarnos y apreciarnos con lo que ya tenemos, nuestras luces y sombras.

Más allá de los propósitos de año nuevo, creo que para vivir más o menos decentemente se requieren tres cosas básicas: 1) Estar centrado en mi presente, 2) Responsabilizarme de mi y 3) Tener autoconciencia. Con base en estos tres principios básicos creo que se puede tener una vida bastante buena.

Estar centrado en el presente, implica vivir en el aquí y el ahora. El tiempo es un continuo indetenible. No hay manera de recuperar el pasado puesto que este ya se ha ido. El pasado ha quedado atrás. Podemos aprender del pasado, sentir tristeza o nostalgia por el pasado, podemos quedarnos a vivir en el pasado, sintiendo pena por aquello que hemos perdido, por aquello que ya ha pasado, por lo sucedido, pero eso ya ha ocurrido. Podemos sanar las heridas del pasado que aquí y ahora, siguen abiertas. Podemos inquietarnos por el futuro, sin embargo, es incierto y no podemos de ninguna manera tener una previsión absoluta sobre lo que podría ocurrir en nuestras vidas. ¿Qué les puedo decir acerca de mí? Quisiera yo mismo inquietarme menos por el futuro, pero no lo puedo controlar, para lo cual, me funciona centrarme en el aquí y el ahora. Tampoco quiere decir esto que no pueda planificar lo que voy a hacer u observar. Sólo quiero significar que desde la «centración» en el presente puedo observar estos tiempos, pasado y/o futuro, sin embargo, siempre desde el aquí y el ahora. Lo que sí implica el estar centrado, es evitar fantasear con el futuro o bien, quedarme enganchado en el tiempo que pasó, tanto si fue bueno como si fue malo, evadiendo lo que estoy viviendo aquí y ahora.

Lo siguiente es responsabilizarme por mí mismo. Puedo cuidar de otros, puedo ayudar a otras personas, pero siempre teniendo como punto de partida mi propio ser. Si yo me encuentro mal (lo que sea que para ti signifique mal) es muy difícil que pueda generar bienestar a mi alrededor y el costo de generarlo sería muy alto para mi existencia. Así mismo, la responsabilidad por mí mismo tiene que ver con mis propias elecciones. Pasarme la vida entera señalando a otros por lo que ocurre en mi vida es una pérdida de tiempo terrible puesto que no existe peor intento que tratar de cambiar mi vida pensando en lo que otros hagan o dejen de hacer. Las personas son como son, buenas y malas, acertadas y desacertadas, amorosas y odiosas, generosas y mezquinas; no puedo cambiar el hecho de que los demás sean como son, únicamente puedo generar cambios en mí. Te doy un ejemplo. Si estás enojado porque una persona abusa de ti, lo único que puedes hacer es defenderte, pero no puedes defenderte teniendo como expectativa que esa persona deje de hacer lo que hace, porque quizá no cambie nunca, lo único que puedes hacer es poner límites, defenderte, asumir otra actitud frente a esa persona, cuidarte a ti mismo, dejar de ser una víctima.

Por último, tener conciencia de ti requiere estar centrado en el aquí y el ahora, responsabilizarte por tu propia existencia y tus decisiones y en consecuencia, estar en contacto con tu humanidad, con tus pensamientos, tus sentimientos, sensaciones, con tu cuerpo, con tu intuición, tus sentimientos. Existen unas emociones básicas, rabia, miedo, tristeza, desagrado y alegría. Tener conciencia de ti requiere que puedas de alguna manera saber lo que sientes frente a cada situación. Identificar y regular tus emociones. Asumir tus emociones y tus pensamientos como tuyos, tus decisiones como tuyas, tus errores y tus aciertos como tuyos. Sin culpar a los demás, a las situaciones, a Dios, al destino, la suerte, el universo, etc.

Al inicio hablábamos de propósitos. Pues bien, haz todos los propósitos que apetezca, sin embargo, ten en cuenta esos elementos que te mencioné, estar centrado en el aquí y el ahora, responsabilizarte por ti mismo y ten conciencia de tu propio ser, conciencia de ti mismo. No pongas tu vida en las manos de otras personas ni te tragues el cuento de que otros están a cargo de tu vida.

Se consciente de ti, asume tu vida y mantente presente en el aquí y el ahora. Ten fe, en lo que decidas tener fe. Agradece. Vive.

Autor: Daniel Rojas Salzano


 

New Year’s resolutions? What do we do with the purposes of each new year? Each year that it starts carries with it an infinite list of intentions and as numerous as there are people, however, these are to start them here and now.

Neither is it that we need to formulate purposes to live, what we need is to live, we do not need to fill a backpack with intentions that we will not fulfill later. We need to know that we can exist as we are, without so many arguments and / or concepts about ourselves. We need to observe and appreciate ourselves with what we already have, our lights and shadows.

Beyond the New Year’s resolutions, I believe that to live more or less decently, three basic things are required: 1) Be focused on my present, 2) Take responsibility for myself and 3) Have self-awareness. Based on these three basic principles anyone can have a pretty good life.

Being centered in the present implies living here and now. Time is an unstoppable continuum. There is no way to recover the past since this one is already gone. The past has been left behind. We can learn from the past, feel sadness or nostalgia for the past, we can stay to live in the past, feeling sorry for what we have lost, for what has already happened, for what happened, but that has already happened. We can heal the wounds of the past still open here and now. We may worry about the future, however, it is uncertain and we can not in any way have an absolute foresight about what could happen in our lives. What can I tell you about me? I would like to worry myself less about the future, but I can not control it, for which it works for me to focus on the here and now. Nor does this mean that I can not plan what I am going to do. I just want to mean that from the «focus» in the present I can observe these times, past and / or future, however, always from the here and now. What it does mean to be centered, is to avoid fantasizing about the future or to stay stuck in the past, whether it was good or bad, avoiding what I am living here and now.

The next thing is to take responsibility for myself. I can take care of others, I can help other people, but always having my own being as a starting point. If I feel bad (whatever bad means to you) it is very difficult for me to generate well-being around me and the cost of generating it would be very high for my existence. Likewise, responsibility for myself has to do with my own choices. Spending my whole life pointing to others for what happens in my life is a terrible waste of time since there is no worse attempt than trying to change my life thinking about what others do or do not do. People are the way they are, good and bad, right and wrong, loving and hateful, generous and petty; I can not change the fact that others are the way they are, I can only generate changes in me. I give you an example. If you are angry because a person abuses you, the only thing you can do is defend yourself, but you can not defend yourself with the expectation that person will stop doing what does, because it may never change, the only thing you can do is set limits, defend yourself, assume another attitude towards that person, take care of yourself, stop being a victim.

Finally, being aware of yourself requires being centered in the here and now, taking responsibility for your own existence and your decisions and, consequently, being in touch with your humanity, with your thoughts, your feelings, your sensations, with your body, with your intuition, your feelings. There are some basic emotions, anger, fear, sadness, displeasure and joy. Being aware of you requires that you can somehow know what you feel in front of each situation. Identify and regulate your emotions. Assume your emotions and your thoughts as your own, your decisions as yours, your mistakes and your successes as yours. Without blaming others, situations, God, fate, luck, the universe, etc.

At the beginning we talked about purposes. Well, do all the purposes you want, however, keep in mind those elements that I mentioned, be focused on the here and now, take responsibility for yourself and be aware of your own being, awareness of yourself. Do not put your life in the hands of other people or swallow the story that others are in charge of your life.

Be aware of yourself, assume your life and stay present in the here and now. Have faith, in what you decide to have faith. Be grateful. Live on.

Author: Daniel Rojas Salzano

El placer de escribir

Creo que en un momento olvidé para qué escribía. Olvidé escribir por placer. Olvidé escribir por la simple necesidad de hacerlo. Comencé con un propósito, que me leyeran. Para labrarme una cierta fama.

En la búsqueda de temas para escribir, en un momento, simplemente dejé de escribir. El placer de escribir se fue desvaneciendo. Quizá fue que el placer de escribir, como una llama que se extingue por la falta de oxígeno, comenzó a desvanecerse sofocada por la necesidad de aparentar, por la necesidad de tener mayor número de seguidores. Cambié la necesidad de escribir por el deber de escribir.

El deber de escribir sustituyó a la necesidad y al placer de escribir. El deber que yo mismo me impuse, porque al final no hay un juez más duro que ese habitando dentro de mí. Al fin de cuentas, no hay juez duro afuera de cada uno. No hay juez implacable afuera. Los jueces afuera no son más que la propia imagen juzgadora proyectada en la superficie fuera de mí.

Encontrar placer. Definitivamente a mí me gusta escribir. Escribir me genera placer, sin embargo, en un momento ha desaparecido en mí sustituido por el deber de escribir y poco a poco fui perdiendo el brillo que otorga el placer.

Aquello que hago por placer lo siento. Lo palpo. Lo siento con mis sentidos enteros. No necesito explicaciones ni justificaciones para identificar aquello que me genera placer.

Esto que lees hoy, ha sido escrito con placer.

Autor: Daniel Rojas Salzano

 

Fe y Esperanza

No me robarán la esperanza. Punto. Lo digo así y lo afirmo así. No me robarán ni la fe ni la esperanza. Pueden quitarme cualquier otra cosa pero no permitiré que me roben ni la fe ni la esperanza.

No me robarán ni la fe ni la esperanza.

Soy el piloto de mi vida, soy el dueño de mi destino. Perder la fe y la esperanza implica colocar mi vida en las manos de otra persona. De otros seres distintos a mí. Es otorgar el poder a otros de terminar de hacer con mi vida lo que quieran, como quieran y las veces que quieran. Y eso, para mí, no es negociable.

No me robarán ni la fe ni la esperanza.

Aunque necesite hacer un gran esfuerzo, aunque necesite  buscar debajo de las piedras la fe y la esperanza lo voy a hacer. Me niego, rotundamente, a perder la fe. Soy el dueño de mi destino. Cuando sienta que mis fuerzas desvanecen, cuando sienta que mi corazón se esté apagando por tanto odio y resentimiento, por la desesperanza o por el desamor, haré otro esfuerzo, tomaré aire y recuperaré mi fuerza, retomaré mi fe y mi esperanza. Aunque me caiga y muerda el polvo, me levantaré, obstinadamente, no les daré el placer de verme vencido.

No me robarán ni la fe ni la esperanza.

Mi vida es mía. Tu vida es tuya. La responsabilidad de mi propia existencia es solo mía y permitir que me roben la fe y la esperanza es una responsabilidad que no me encuentro en este momento dispuesto a asumir. Mi vida me pertenece. Dejarme conducir por el capricho de unos pocos, irresponsables, insensatos, ladrones de sueños y esperanzas no es el ideal que tengo de una vida hermosa, digna de ser vivida.

No me robarán ni la fe ni la esperanza.

Yo soy la vida, Yo soy la fe y Yo soy la esperanza. Yo soy el dueño de mi vida. Yo soy el piloto de mi destino. Yo soy la vida. Yo soy imagen y semejanza de Dios. Yo soy la defensa de la vida y la esperanza.  Yo soy.

No me robarán ni la fe ni la esperanza.

Es más fácil decaer. Es más sencillo dar la espalda, vivir con mis ojos cerrados, entregarme y que la vida sea lo que otros decidan que sea, pasar el resto de mis días siendo un pasivo espectador de lo que sucede frente a mí. Morir antes de mi muerte. Morir con un corazón apagado, un alma entumecida, con un cuerpo que anda por inercia. Morir en el olvido. Morir lleno de miedo. Es mejor vivir un día de león, que cien años como una oveja.

No me robarán ni la fe ni la esperanza.

No importa en cual lugar del mundo me encuentre. No importa las circunstancias. Estoy dispuesto a dar mi vida por mantener fuerte y vigorosa mi fe y mi esperanza. Defenderé con rabia mi esperanza. Defenderé con fuerza, con el amor más enconado mi fe y mi esperanza. Están en mis manos. Están en mi corazón. Vibran con cada latido de mi corazón. Mi fe y mi esperanza me pertenecen y no son negociables.

No me robarán ni la fe ni la esperanza.

En mi corazón y mi alma existen motivos para mantener encendida la lámpara de la fe. En mi corazón y mi alma brota incansablemente la fe y la esperanza. Fuerzas indetenibles para realizar cualquier cambio. Cuando la violencia se apropie de mi corazón, cuando el odio termine de corroer mi espíritu, entonces habré perdido la fe y la esperanza. Y ellos habrán ganado. No hay nada más fuerte que la fuerza del amor.

No me robarán ni la fe ni la esperanza.

La fuerza del amor es lo más fuerte que hay. Que el amor encienda la llama de la pasión. Que la pasión mueva los corazones para empujar hacia los cambios que la vida requiere. Yo lucharé por la fe y la esperanza. Comprometido conmigo mismo, lucharé. A pesar de todo, sigo siendo un soñador y un amante de la libertad. Si pierdo mis sueños, llenos de fe y esperanza me pierdo a mí mismo. Me sentiría extraviado. Sin rumbo. Sin sentido. Me niego a perder la fe y la esperanza porque implicaría entregar a otros mi vida.

No me robarán ni la fe ni la esperanza.

Yo soy la vida, Yo soy la fe y Yo soy la esperanza. Yo soy el dueño de mi vida. Yo soy el piloto de mi destino. Yo soy la vida. Yo soy imagen y semejanza de Dios. Yo soy la defensa de la vida y la esperanza. Yo soy.

Fuerza y Fe.

Autor: Daniel Rojas Salzano

La esquiva felicidad o sobre por qué la felicidad es tan sencilla que nos complicamos.

Para ser feliz se requiere compromiso con uno mismo. Para ser feliz se solicita ser fuerte. Es deseable tener flexibilidad y confianza en la vida. Es imprescindible el agradecimiento. Ser feliz demanda un compromiso con la vida y su manera de manifestarse. Los felices son más fuertes que aquellos que se empeñan en odiar. Ser feliz implica hacer un esfuerzo por reconocer aquello que es bueno frente a tanta maldad que hay en el mundo sin ignorarla, colocándole límites, sin permitir que pueda traspasar nuestras fronteras personales (en lo posible). Quien es feliz encuentra razones para amar y agradecer la vida sin dar la espalda al sufrimiento de sus congéneres.

Ser feliz requiere un gran compromiso, responsabilidad y conciencia de la propia existencia. En la medida en la cual vas soltando aquello que te conecta al odio, te haces libre y te haces feliz. Ser feliz requiere responsabilizarse de uno mismo, porque mientras te haces consciente y te apropias de tu vida, es más difícil sentir infelicidad. Mientras te aferras, más te enganchas a la infelicidad. Parafraseando: «Felices los pobres de corazón, porque de ellos será el reino de los cielos». Sin querer entrar en religión, me gusta esta frase porque implica tener un corazón descargado, un corazón limpio, conectado con el cuerpo, con la razón. El reino de los cielos simboliza la felicidad. Un estado de mayor satisfacción. La felicidad.

Cuando te tropiezas con la felicidad es posible sentir un poco de vértigo. No se trata de dejar de sentir rabia, miedo, tristeza o dolor. De hecho, dejar de sentir cualquiera de estas emociones es como morirse, porque vienen con nosotros por defecto. En la medida en que te permites sentir tus propias emociones, eres más feliz porque a cada momento puedes escoger actualizarte y puedes decidir sentir. Decidir sentir implica responsabilidad, no hay manera de poner en otra persona la causa de lo que sientes y por ende, eres más dueño de ti mismo. La felicidad es un estado sutil. Es una manera de vivir.

Felicidad. Palabra esquiva. Vivir con felicidad quizá  sea lo menos parecido a vivir en un estado continuo y perenne de éxtasis. Lo que pienso en este momento, es que tal cosa no sea más que una ficción. Para ser feliz es necesario, definitivamente, poder ser capaz de sentir la necesidad de contactar con todas las emociones que tenemos por defecto, esas que nos acompañan desde tiempos inmemoriables, desde que el primer ser humano, transitaba por África, muchos años atrás.

La felicidad y el placer van de la mano y no existe nada más sencillo que la felicidad derivada de los placeres que son directamente relacionados con el cuerpo. Función sexual, comida, defecación, sueño, respiración. Poder respirar. La vida misma, en su estado más puro, es felicidad. ¿Eres consciente de tu respiración en este momento?

Puedo sentir felicidad cuando estoy haciendo esto de escribir, algunas veces se me da bien. Otras veces se me da mal. En rarísimas ocasiones excelente. Escribiendo manifiesto mi propia felicidad. Le comentaba a un familiar que muchas veces cuando escribo no escribo para dar lecciones a quien lee, sino para decirme cosas que necesito a mí mismo. Quizá en este momento necesito mirar más hacia mi propia felicidad. Quizá esta sea la peor disertación que alguna vez leerás sobre la felicidad, sin embargo, no pretende ser un tratado sobre la felicidad o sus mecanismos, sobre cómo alcanzarla. Son algunas notas azarosas sobre lo que puede implicar ser feliz.

Por otra parte, algunas veces ni siquiera nos sentimos merecedores de la felicidad, creemos que el asunto es mucho más complicado de lo que en realidad es. Me atrevo a decir, aunque no sea yo mismo el mejor ejemplo, que la felicidad debe ser tan sencilla que nos complicamos para evitar sentirla. La felicidad debe ser tan sencilla como estar atento a la vida.

¿Soy feliz? Estoy en eso. En momentos me siento feliz y esperanzado. Otras veces desesperanzado. En  momentos me doy permiso para sentir rabia y a veces hasta grito. En momentos siento tristeza y hasta me conmuevo. Algunas cosas me hacen sentir miedo. Trato de no quedarme enganchado en nada de eso. Las siento, las dejo pasar. Las observo, las dejo pasar.

La única receta que te puedo dar para encaminarte hacia la felicidad es que aceptes tu cuerpo, tal como es y como funciona. Disfruta de tus funciones corporales. Acepta tus emociones. Aceptar tus emociones (rabia, miedo, tristeza, dolor, alegría) es un medio eficaz de sentir salud y alegría. No es posible sentir felicidad si te comes tu rabia. Tu cuerpo se indigestará. Resulta complicado sentir felicidad si no aceptas la tristeza que estás sintiendo por un duelo, una despedida, una pérdida. Tu cuerpo buscará llorar esa tristeza. El miedo, déjalo estar. Para algo existe el miedo. Algo necesitas de cada emoción.

El individuo que pone el pecho a sus emociones descarga de encima el peso de un mundo entero porque cuando mira de frente sus emociones, se siente vivo, respira. Puede sentir felicidad. La felicidad es tan sencilla como agradecer, respirar y estar presente. La felicidad puede ser tan sencilla como pelar una mandarina.

Autor: Daniel Rojas Salzano.

 

El espejismo de la certidumbre

Más allá hay agua. El camino es arduo y yermo. El sol y el calor son muy fuertes. Más allá hay agua. El agua resultó ser un espejismo.

La imagen del espejismo de la certidumbre saltó a mí en una noche de un lunes camino a mi casa después de una hermosa clase de procesos gestálticos cuando pasaba por la oscura avenida que bordea un cementerio. En ese momento reconocí mi absoluto miedo frente a la ilusión de la certidumbre o la categórica seguridad de la transmutación.

Las conversaciones con un amigo me habían hecho cambiar por completo de parecer frente a cierto tema de mi vida y verme desnudo ante mi propia realidad me hacía sentir lleno de miedo. Por primera vez en mi vida sentí que el miedo me revitalizaba y no me paralizaba. Sentí que el miedo me impulsaba. En mis entrañas algo me decía que ese miedo era la respuesta que buscaba y que aquella pieza que sumaba a mi vida me daba testimonio de la falacia de la certidumbre.

Como paradoja absoluta reconozco que hacemos cosas para evitar situaciones y al final nos dirigimos a esas situaciones que evitamos. Evitamos situaciones que inevitablemente nos llevarán por caminos que nos conduzcan a vivir aquello que evitamos y que por alejarnos de la inseguridad nos aproximamos al hastío de lo permanente y que en lo permanente, en lugar de encontrar la vida, la perdemos.

Andar sobre seguro es una de las falacias más grandes que tenemos los seres humanos. Es cierto que podemos intentar predecir las cosas que nos pasen en la vida pero no podemos saber exactamente qué pasará en nuestra vida. La certidumbre es un espejismo terrible y peligroso para la propia existencia. La certidumbre es una ilusión segura sobre una situación totalmente fantasiosa. Me atrevería a decir que la certidumbre podría ser clasificada como una suerte de psicosis o pérdida de contacto con la realidad. No se me ocurre, en este momento, nada más ilusorio que la certidumbre.

Sí que podemos tener creencias sobre cómo serán las cosas, hacer previsiones y hasta predicciones, sin embargo, a todos nos han sucedido cosas pequeñas y cosas grandes que nos retan, experiencias que nos confrontan ante la falacia de la certidumbre. Situaciones que ponen a prueba nuestras creencias sobre lo que puede ser seguro en nuestra vida. Tanto para mal como para bien. La certidumbre de que nos vaya mal o de que nos vaya bien siempre puede ser una situación que nos desajusta de lo que previamente hemos construido en nuestras cabezas.

En lugar de dejar que las cosas vayan sucediendo, intentamos que las cosas ocurran de una manera. Nuestras acciones indefectiblemente nos conducen hacia diversos caminos. Es por ello por lo que estudiamos, nos enamoramos, construimos, etc., sin embargo, todo esto nos enfoca en el espejismo de la certidumbre, no existe nada definitivo. El devenir es completamente impredecible e incierto porque no está escrito en ninguna parte y así como la historia está escrita por quienes ganaron o vencieron, el futuro está «escrito» por mercaderes de la ilusión.

Lo que encuentro más complicado es responsabilizarnos de nuestras propias vidas aún a sabiendas de la impermanencia, de la sutileza de la existencia, responsabilizarnos de nuestra propia existencia y de nuestra propia libertad frente a la efímera y breve vida que creemos poseer. Debate aún en cuestión si la vida la poseemos o nos es dada. En cualquier caso, la responsabilidad frente a ella no es menor puesto que si nos es dada, debemos cuidarla porque no es nuestra y si la poseemos, debemos también protegerla porque es el regalo más grande que podemos tener para nosotros.

Paradoja para finalizar: «Por intentar aferrarnos demasiado a la vida quedándonos en  lo seguro nos dirigimos hacia el hastío que nos lleva directo a dejar de sentir la vida mientras que habitando en la transitoriedad nos dirigimos hacia lo desconocido que nos lleva directamente a sumergirnos en el corazón mismo de la vida». La vida es para sentirla.

Autor: Daniel Rojas Salzano

 

 

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